domingo, 12 de mayo de 2019

Cascadas Pedro Bernardo



Pusimos esta vez rumbo hacia el Valle del Tiétar, donde aparentemente no hay cascadas o no cascadas conocidas, pero con picos de más de 2000 metros y gargantas bajando hacia el valle, algo tenía que haber, así que intentando apurar las lluvias caídas hace unos días hacia allá que fuimos. 

En teoría había dos visitables, pero en función de como fuera la primera de ellas. 

La primera, Chorrera del Hornillo, apenas tenía referencias en internet, pero gracias a un mapa que conseguí resultó tremendamente fácil, siendo casi lo más difícil averiguar el punto exacto de partida. 

Hay que atravesar todo el pueblo de Pedro Bernardo y pasada la salida esperar a ver un cartel de camping a mano izquierda. 
Una vez cogido este desvío avanzar hasta que el camping se desvíe a mano izquierda, y llegado a este desvío seguir hasta que a mano derecha encontremos un cartel de rutas y una vereda que asciende como comienzo de una de ellas. Nosotros aparcamos ahí, pero la carretera antigua asfaltada continua unos 800 metros más, hasta llegar al puente que junto al restaurante la Mirandela cruza la Garganta de la Eliza y nada más pasar el puente un pequeño aparcamiento donde dejar el coche. 

Desde ahí sale una pista de tierra a la derecha donde ya está la primera indicación con un poste hacia la chorrera, y que ya no tendrá pérdida, porque si no es mediante balizas estará indicado por dos marcas de pintura amarilla en algún árbol. 
La pista asciende por el lado izquierdo de la garganta, con bonitos colores de vegetación, verdes pero también amarillos o malvas. 
Seguimos ascendiendo durante un kilómetro aproximadamente hasta que a mano derecha nos indica otro poste el desvío para la cascada. 











Ya en ligero descenso vamos oyendo el correr del agua y aunque aparentemente estamos a poca altura, por debajo de la carretera, y parece raro encontrar ahí una cascada y que además tenga agua a esa altitud. 

Enseguida nos encontramos una bifurcación que parece el indicio de un camino que conduce al pie de la cascada y otro a la parte alta de la misma. Fuimos por abajo y unos metros más adelante llegamos al arroyo. 
Al principio estábamos desorientados y creíamos que la cascada quedaba a la derecha y allí no se veía gran cosa ni forma de bajar, pero después giramos la vista a la izquierda y allí estaba escondida la chorrera, fantástica y con buen agua. 



Salvamos con la ayuda de un tronco el pequeño cauce para llegar más cerca de ella y la pudimos contemplar en todo su esplendor. 
Un lugar idilíco con pocas referencias sorprendentemente. 










Luego fuimos a la parte de arriba pero apenas se podía ver nada, más allá de como llegaba al agua hasta ahí y por donde se precipitaba. 

Ya de vuelta apenas nos encontramos 4 personas que se dirigían a ver la chorrera. 

La ruta había sabido a poco, no por el paraje si no por la duración. Así que aunque estaba en duda nos decidimos por la segunda ruta, que en este caso buscaba otra chorrera pero al este de Pedro Bernardo. 

Nos subimos al coche y lo dejamos en el pueblo, desde la carretera que lo atraviesa ascendimos a la iglesia, y desde ahí bajamos a la Plaza del ayuntamiento y a la contigua, desde donde se accede a la antigua plaza de toros, hoy convertida en un improvisado aparcamiento. 
Es sorprendente en este escaso intervalo la cantidad de fuentes que nos encontramos en el pueblo conocido como el Balcón del Tiétar. 

Buscamos el camino de salida que sale en dirección este y a la primera y sin mucha ayuda dimos con él y desde ahí es prácticamente imposible perderse, salvo una mínima complicación. 
Al poco de tomar el camino, este se torna en una especie de calzada de piedra, entiendo que sin ninguna historia, que va ascendiendo hasta dejarnos en una zona más tupida por pinos, más llana y con algunas pequeñas praderas. Estamos ya escasamente por debajo de la pista que debe unir la carretera de salida de Pedro Bernardo hacia Serranillos, bordeando el pueblo por arriba a unos 100 metros de altitud y que posiblemente llegue hasta Gavilanes. 











Nosotros seguimos avanzando tranquila y gratamente por la pista con vistas del Valle del Tiétar a nuestra derecha, con pueblos ya de la provincia de Toledo y el Pico San Vicente. 
Cada no mucho tiempo, siempre que hay algún mínimo sendero que se bifurca, nos aparecen postes de madera de señalización para indicarnos cual es el camino correcto hacia la chorrera. 











Pero un poco más adelante nos encontramos, pegados a la pared de piedra de una finca donde había dos caballos, con una zona extremadamente cerrada por zarzas y aunque intentamos avanzar ligeramente, aquello era prácticamente imposible. 

Ni os lo penséis, a la primera zarza, ascender a mano izquierda, que 20 o 30 metros más arriba está la pista, y en seguida os encontráis con el desvío a la derecha que lleva a la pista de despegue de ala deltas y parapentes. Una ligera pradera de hierba artificial en desnivel, la cuál atravesamos al no haber nadie en ese momento y seguimos por la senda que sale a la izquierda de esta pista de despegue. 
Evidentemente ya podíamos haber seguido por la pista perfectamente marcada, pero las indicaciones que llevábamos nos indicaban por ahí, y además luego utilizamos la pista como camino de vuelta. 


Seguimos esa vereda en pendiente descendente más o menos marcada pero con bastante vegetación hasta llegar al arroyo de Juan Dávila, lo cruzamos y seguimos junto a una finca privada a nuestra mano derecha.
En seguida salimos a la pista, ya estamos cerca de la cascada por fin, y tras unos metros por ella la abandonamos por una senda que sale a mano izquierda con un poste de indicación claro.











Tras avanzar por esta nueva vereda unos minutillos cruzamos al otro lado de la garganta y paramos en una especie de mirador a comer, donde ya podemos ver y sobre todo oír la cascada.
La emprendimos sin compasión con el jamón, el chorizo y el queso y una vez repuestos bajamos hasta el pie de la cascada por la senda habilitada para ello, en principio sin ningún peligro pero con un poco de desnivel, pero en algunos casos había hasta algún escalón artificial dispuesto.

Y allí estábamos junto a la Chorrera Hondonera, bastante escondida y un poco inaccesible, con bastantes piedras protegiéndola, pero dejando contemplar relativamente cerca todo el trayecto de la misma, que podría dividirse en dos partes. Más caída que la del Hornillo pero quizás menos pintoresca.












Tras las correspondientes fotos emprendimos la vuelta. Cogimos toda la pista que asciende continuadamente y sin clemencia durante unos dos kilómetros, hasta que llegamos a una zona llana en la que tenemos unas vistas fantásticas de los pueblos de Mijares y Gavilanes en la falda sur de Gredos y de todo el Valle del Tiétar, con vistas a pueblos de Ávila y de Toledo. Ese punto era espectacular, con silencio y lejos de todo el mundo, daban ganas de quedarse allí un buen rato, aunque el sol apretaba lo suyo y había que echarse crema y seguir avanzando.











Dejamos un desvío hacia una pista de despegue de parapentes que había más arriba y enseguida pasamos al lado de la que atravesamos a la ida. En ese momento nos adelantaron bastantes coches que imaginamos venían de esa otra pista de parapentes y ala deltas ya que durante el camino de ida vimos unos cuantos surcando los cielos.


Decidimos seguir por la pista y no incorporarnos al camino que habíamos hecho a la ida lo cual supuso una cosa buena y otra mala.

La buena que hicimos el camino por encima del pueblo divisándolo en la altura, la mala que el recorrido se alargó mucho, que no encontramos ningún camino de bajada al pueblo aunque estuviera a poco más de 300 metros y de hecho cuando intentamos meternos en uno iba a desembocar en una finca privada y nos tocó remontar hasta la pista.








Ya llegados, en altura, al final del pueblo, junto a un merendero, la situación se tornaba deprimente, la pista seguía, pero alejándose bastante del pueblo, así que tras preguntar a un lugareño que había en el merendero, descendimos desde ahí por una vereda que salía y en poco más de 5 minutos estábamos en la parte final del pueblo.


Nos dirigimos al centro del mismo y en pocos metros nos topamos con 8 o 10 fuentes en el escaso trayecto. Allí repusimos fuerzas con una coca cola en un bar y después nos dirigimos al mirador donde está el rollo de justicia, un bonito balcón.









Ya sólo quedaba llegar al coche y poner rumbo a casa para descansar.


lunes, 6 de mayo de 2019

Ruta por el embalse de La Jarosa



Como sólo teníamos media jornada decidimos acercarnos a un sitio que no estuviera lejos y hace tiempo que tenía ganas de visitar el entorno del embalse de La Jarosa en la localidad de Guadarrama.

Llegamos y dejamos el coche en el primer aparcamiento que hay en el margen derecho del embalse ya que parecía lo que decían las indicaciones que llevábamos.
Tras colocarnos el calzado adecuado salimos por el camino que parte por la parte baja del restaurante, junto a un pequeño huerto con algunos animales y avanzamos poco ya que al llegar a una garganta de la que salía una senda bien visible decidimos subir y a partir de ahí ya perdimos el hilo de lo que era la ruta que queríamos seguir.



Tras un no muy pronlongado ascenso seguimos tramos de bajada, llano y descenso, entre grandes pinares, cruzando el arroyo alguna vez, hasta que llegamos a un claro en el que confluía una pista asfaltada con una senda de tierra que bajaba por un gran desnivel.
Miramos el mapa y el gps y como vimos que ya estábamos perdidos tomamos la pista asfaltada y empezamos a caminar a buen ritmo.
Íbamos ganando altura (el objetivo del día era el pico de la Carrasqueta a unos 1650 metros) con algunos tramos de fuerte desnivel, quedando muy cerca a nuestra derecha la A-6.





Poco a poco empezamos a virar más hacia oeste, andábamos a gran velocidad y eso hizo que nos saltáramos un pequeño salto de agua que debía haber a la izquierda del camino, justo en el punto que hay una fuente y un gran pilón a la derecha.



Así que a ritmo muy rápido y cruzándonos con algún ciclista íbamos devorando kilómetros, acercándonos más al plan original del día y ascendiendo paulatinamente hasta colocarnos en unos 1200 metros de manera permanente.

Ya un poco más adelante alcanzamos la zona en la que se contempla a la vez el embalse de la Jarosa y la zona de la Pedriza, con buenas vistas del Yelmo y de toda la zona, Villalba, Cercedilla, Guadarrama ... y hacia el otro lado la Cruz de los Caídos.









Seguimos avanzando a gran velocidad y en una buena pradera a mano izquierda llegó la anécdota del día.

Había dos ciclistas allí descansando y tras sobrepasarlos de repente oí mi nombre un par de veces ... me giré y era mi ex compañero de trabajo Leo que justo una semana antes se había jubilado y al que además precisamente le habíamos regalado entre otras cosas algún accesorio para montar en bici.

Me giré, le saludé y hablé un poco con él. Allí había un cartel que indicaba el Bosque Plateado, que estaba mencionado en la ruta que traía apuntada, así que allí teníamos que haber llegado por esa vereda diferente.
Pero con la anécdota no caímos en la cuenta que justo del otro lado bajaba una pista, de la que además salieron un par de ciclistas, y que era el ascenso hasta el Pico de la Carrasqueta, desde el que las vistas deberían ser fantásticas.

Así que seguimos andando y en cuanto la pista empezó a descender y a virar hacia el sur nos dimos cuenta que aquel era el camino pero que ya lo habíamos dejado muy atrás como para retroceder, así que ambos sitios, el Bosque Plateado y el Pico quedarán para otra ruta.

Con lo cual seguimos descendiendo y nos propusimos como objetivo la ermita del Altar Mayor. Bajamos rápido y poco después de llegar a un tramo empinado con un pequeño descanso a mano derecha nos salimos de la pista por una vereda que se veía a mano derecha, sin mucho convencimiento. Como la vereda no desaparecía era indicativo que no íbamos mal.



Así que al poco llegamos al muro del Valle de los Caídos y lo usamos de referencia para seguir avanzando hasta tener a la vista la ermita lo que ayudaba más todavía para no desorientarse.




Llegamos hasta el arroyo que bajaba y empezamos el tramo de subida a la ermita, durillo, y largo aunque no lo pareciera, más de media hora desde ahí.
Al llegar arriba grandes vistas sobre todo el complejo del Valle de los Caídos y los montes que la cierran, así como alguna ermita más que se veía entre la vegetación.
Esta ermita como tal, no era ni ermita, ya que es una mínima construcción abierta y sin nada en su interior.












Pues ya estaba cubierto el objetivo del día así que descendimos de nuevo hasta el arroyo y empezamos a seguir las indicaciones que indicaban ruta del agua, lo cual nos llevo hasta un arroyo más reseñable que poco más adelante desembocaba en una esquina del embalse.
Ya con gente por todas partes fuimos rodeando el embalse hasta que llegamos al coche, que nos costó localizar porque estaba saturado de coches y de gente  y nos estábamos confundiendo de aparcamiento.

Tras localizar el coche poníamos fin a unos 19 kilómetros de ruta, preparamos el bocata, nos lo comimos y de vuelta a casa.