Ante la insistencia de las lluvias intentamos abordar esta ruta antes de que la falta de agua nos impidiera ver la recompensa final, pero aún así nos quedamos sin dicha recompensa.
La ruta sigue siendo muy recomendable a pesar de todo, además hay más alicientes en los alrededores, pero llegar a la base del Chorro de la Ventera o a algún punto en el que divisarlo en todo su esplendor se me asemeja muy difícil y muy desaconsejable.
Las indicaciones que hay en internet no resultaron ser muy exactas y o en otra época (quizás con menos agua) se puede remontar el cauce del río o es medio imposible, además de que supuestamente está prohibido, cosa que me parece absolutamente vergonzoso e increíble, como una cascada o el cauce de un río pueden ser privados.
En fin, no obstante ya digo que aún así lo hecho mereció la pena.
Una vez llegados a Madrigal de la Vera desde Candeleda, en el cruce que manda a mano izquierda dirección Oropesa, justo ahí, cogemos la calle que sale a mano derecha, es bastante estrecha, y más adelante más todavía, así que hay que ir con cuidado.
A pesar de que se puede llegar en coche hasta el cartel que indica el acceso a la Cascada, no en cualquier coche y además se pierde parte de encanto.
Así que nosotros dejamos el coche donde marco.
Desde ahí pueden ser unos 12 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta.
Aunque hay bastantes bifurcaciones, en principio no es difícil casi nunca decidir cual es la correcta, aunque nosotros nos equivocamos una vez y nos supuso un pequeño retraso.
De todas maneras os marco con fotos las bifurcaciones y cuál hay que seguir, y si no en el mapa visto desde satélite de Google Maps se puede apreciar bien.
Tras realizar un pequeño descenso y pasar junto a una finca con una pequeña piscina, otro tramo de bajada nos deja en el puente de los ojos, en cuya garganta más arriba está la charca de El Recuencano, que debe ser interesante, pero no sabía muy bien donde estaba y además había leído que era complicado acceder a ella, así que para otra vez.
Primera parte de la ruta
Un poco más adelante a mano izquierda se desvía hacia una vivienda de campo particular, con lo que hay que coger el camino en pendiente a mano derecha, que además si se fija uno bien, se ve que un poco más adelante tiene un tramo de hormigón.
Ahora ya no hay posibilidad de equivocarse, ya que lo siguiente que nos encontramos es el cartel de Propiedad Privada que indica el acceso al Chorro y que nos indica que sólo puede hacerse por el borde del cauce.
Avanzando por ese camino nos encontramos con una puerta que no se puede abrir porque tiene un candado y que prohibe completamente el paso, no siendo del todo sencillo el franquearla (a la vuelta nos encontramos con dos personas justo antes de la puerta que me hacían pensar que tuvieran algo que ver con esa propiedad privada y que mejor no haberlos encontrado
dentro de la propia finca)
Ya atravesando terrenos invadidos por el musgo y los helechos vamos acercándonos a la garganta y justo al avistar un puente podemos ver a duras penas la parte alta del chorro.
Y aquí cuando después de un duro paseo, con lluvia, desorientación y unos cuantos kilómetros, parece que ya tienes casi la recompensa es cuando todo se va al traste.
Un nuevo cartel nos recuerda que es una finca privada y que se debe respetar, así que aunque el camino seguía pasado el puente, intentamos remontar el curso de la garganta, que sin duda parecía el camino más corto, de hecho bastante corto.
Pero tras saltar varias piedras y sin avanzar ni 30 metros nos dimos cuenta de que era imposible, el cauce del agua estaba franqueado en algunos puntos por paredes de piedra imposibles de solventar.
Así que tras otear el panorama volvimos al puente e intentamos continuar por el camino a pesar de estar prohibido.
Puente donde comienza el acceso final al Chorro
Aspecto de la garganta por la que supuestamente hay que acceder al Chorro
Visión del Chorro desde aquí, casi la mejor (con el zoom de la cámara claro)
A los pocos metros de iniciar ese camino nos topamos con dos jabatillos que rápidamente se escondieron entre la multitud de helechos de no poca altura que flanqueaban el camino.
Según las indicaciones que tenía había que ascender por lo menos 7 curvas a mano izquierda para desviarse e intentar alcanzar el Chorro.
Y eso intentamos hacer, pero llegados a ese punto nos adentramos entre la espesura de los helechos, guiados por algunos hitos que había pero lo más que conseguimos acercarnos fue, no sin peligro hasta un punto en el que se veía un trozo de la caída y en una situación complicada por lo resbaladizo del terreno y la pendiente hacia la garganta.
No sé si las excepcionales lluvias han provocado esta exhuberante vegetación que nos impidió contemplar el Chorro de la Ventera porque aparentemente hay gente que ha llegado a la base del mismo o la ha visto desde un pequeño mirador (en google maps aparece mucho más despejada la toma de satélite), pero no lo conseguimos, a pesar de un par de intentos de Fede, esto fue lo más que consiguió ver.
Además toda esta parte final de intento de aproximación al Chorro nos llevó más de dos horas y un gran desgaste.
Así que con la ligera decepción, a pesar del gran entorno por el que habíamos transitado deshicimos el camino andado hasta el coche, buscando reponer fuerzas, ya que eran más de las cinco de la tarde y habíamos salido a las 11 de la mañana en busca del objetivo.
Y para reponer fuerzas nos acercamos en la propia localidad de Madrigal de la Vera hasta el puente romano de Alardos en la Garganta del mismo nombre. Una obra de ingeniería de la época romana que es parte de la calzada romana que baja por el Puerto del Pico y que hace frontera entre Cáceres y Ávila.
Así que allí junto al puente en un apacible merendero estuvimos comiendo hasta que la lluvia que llevaba rato amenazando nos empezó a calar, con lo que nos refugiamos en el coche hasta que capeara el temporal, pero ante la insistencia de la misma salimos a contemplar el puente con el inconveniente de mojarnos.
Un puente, que aunque ha sido retocado, conserva un gran parecido en cuanto a forma y dimensiones con el de Cangas de Onís, y que es una maravilla de la ingeniería para salvar la garganta.
Para completar el día nos acercamos al siguiente pueblo, Villanueva de la Vera, para contemplar la Cascada del Diablo, al lado de la carretera y sin ninguna perdida. Una cascada que no está metida en la montaña si no ya en la parte baja de la Garganta de Gualtaminos, y que llevaba un agua increíble. Lástima que el último tramo de cascada no se pueda contemplar desde ningún sitio.
Y con eso, y una buena paliza en el cuerpo concluimos la visita y retornamos, que aunque parezca que no el sitio está lejos de Madrid.