Después de casi 30 días sin llover en muchos puntos de España tuvo que coincidir el día que elegimos para nuestra siguiente ruta con un día medio de perros, pero bueno, eso no iba a tirar al traste nuestros planes.
El destino estaba en Cuéllar y al ser los días un poco más largos intenté añadir algo más a la ruta, mezclar naturaleza con algún pueblo y un poco de cultura.
Así que salimos por la A-6 hasta Arévalo, donde un poco antes paramos en el Area 114, un sitio super agradable donde tomar un café y descansar después de un buen rato de conducción.
Nos adentramos en Arévalo, donde a pesar de tener raíces en Ávila por mis padres, no recuerdaba haber estado y me pareció un sitio fantástico.
Con hasta tres plazas muy bonitas, un gran castillo (de valoración 3 sobre 5 diría yo) aunque esté restaurado emplazado en un buen lugar, un puente diferente de estilo mudéjar, un arco y alguna iglesia también con el mudéjar como estilo arquitectónico predominante.
Como de camino hacia la ruta no costaba nada pasar por Coca, hacia allá que fuimos.
Aunque en esos momentos se recrudecía el clima y nos mojamos, había que admirar su colosal castillo, que podría ser de 4 o 5, también de estilo mudéjar y de gran parecido al Castillo de la Mota de Medina del Campo, aunque en mi opinión mejor situado, en un lateral del pueblo, junto a un pinar.
Luego subimos al trozo de muralla que queda en pie, donde a un lado hay un pequeño busto de Teodosio, natural de la Cauca romana, y al otro un par de berracos en no muy buen estado. La misma visita que realicé unos 13 años atrás por la zona.
Pusimos rumbo hacia Cuéllar, con las condiciones empeorando por momentos, lluvia, viento, bajada de temperaturas ...
Atravesamos los primeros tramos de pinar y llegamos a Cuéllar para sin parar acercarnos hasta la ruta que queríamos hacer.
La Ruta de los Pescadores, cuya salida, a la altura del kilómetro 57 de la carretera que une Valladolid y Segovia está bien indicada con un cartel en fondo marrón.
Siguiendo las indicaciones nos deja en la margen derecha de la carretera, donde podemos dejar el coche.
Ahí bajo la persistente lluvia preparamos nuestro bocata y nos pusimos en marcha.
Tras cruzar por debajo de la carretera, justo al otro lado está el comienzo de la ruta, marcado por un panel en un círculo prefabricado.
Desde ahí sale la escalera que baja al borde del río.
Ya esos primeros escalones en madera daban mal presagio, entre que estaban mojados por la lluvia y la cantidad de hojas caídas se producían los primeros resbalones no muy agradables que digamos, así que había que bajar despacio y con cuidado esa primera escalera.
La ruta que yo había encontrado en principio comprendía cuatro tramos para un total de 7,3 kilómetros, aunque luego en algunos sitios leí que había hasta 7 tramos, pero como he leído en algún sitio yo creo que la ruta está en estado de semi abandono y esos tres últimos tramos no existían junto al río.
Había una ruta alternativa por el pinar junsto paralela a la ruta del río pero unos 15 o 20 metros por encima.
Toda esta parte del río Cega está asentada sobre una duna que ha ido horadando para abrirse paso y se comprueba claramente cuando se camina por el pinar, muy diferente de la zona de pinar del pueblo de mi madre.
Iniciamos el sector 1 al borde del río con mucha hoja en el suelo, muy resbaladizo y con bastante árbol caído, más sobre el río que sobre la ruta.
La zona es bonita pero quizás desaconsejable en estas condiciones.
Al final del sector 1 había una escalera de escape hacia el pinar, pero seguimos bordeando el río Cega.
El río va haciendo alguna curva y por tramos la vegetación es más frondosa, pero se puede seguir caminando bien, salvo las precauciones por lo resbaladizo de los tramos donde se ha instalado algún trozo de pasarela de madera.
El segundo tramo más largo también tenía una salida hacia el pinar al final de la misma y además de uso obligatorio, ya que había un cartel de senda cortada (posiblemente por ese abandono del mantenimiento de la misma).
Así que subimos hasta el pinar donde hicimos el tramo tres en un agradable paseo por un pinar frondoso, notándose claramente como está asentado sobre la duna.
Más adelante pudimos de nuevo bajar hacia el río para hacer el tramo cuatro por la ruta original, donde al final del mismo nos encontramos una perfecta escalera de madera ya que de nuevo la senda estaba cortada.
Salimos de nuevo al pinar y empezamos andar y andar y andar ... sin encontrar más señales, aunque ya al cabo del tiempo me fijé que algún árbol tenía marcas de la ruta.
Al cabo de un buen rato nos topamos con una cartel en sentido inverso que marcaba el tramo siete, nos habíamos comido del tramo 4 al 7 por el pinar, sin encontrar ningún acceso más a la senda junto al río.
Iniciamos el camino de vuelta y aunque intentamos localizar alguna forma de acceso no la encontramos, una lástima, porque supuestamente en este tramo había hasta un puentecillo colgante para salvar el río, pero efectivamente la zona no está bien cuidada.
No obstante la ruta había merecido la pena. Así pues volvimos ya del tirón por el pinar, haciendo yo creo que más distancia que a la ida, hasta llegar al punto de inicio de la ruta y a continuación al coche ya con el día más abierto, tanto que pudimos contemplar un buen arco iris, que suelen acompañar a las rutas últimamente.
Entramos un momento a Cuéllar, pero sin detenernos lo que merece, pasando por su vetusta plaza de toros (creo que sus encierros son los más antiguos de España), que ahora tiene un aspecto diferente y moderno nada atractivo y subimos hasta el castillo, grande, bien restaurado y diferente a la mayoría.
Allí soplaba bastante viento y hacia frío, por algo Cuéllar es de los lugares más fríos de España.
Así que quedará para otro día un paseo más largo por el pueblo.
Ya avanzaba la tarde y había que volver, pero dada la cercanía nos acercamos a ver el castillo de Iscar, que la vez que estuvimos de ruta por Valladolid no pudimos ver por falta de tiempo.
Un poco deteriorado, pero no está mal, sobre todo con una gran ubicación en una pequeña colina que domina el pueblo y la gran llanura que se extiende en esa zona de la meseta.
Un 1 de valoración para el castillo.
Y ya también pasamos junto a la iglesia mudéjar de Pedrajas de San Esteban y nos acercamos también a ver el mudéjar de Olmedo, lo cual hicimos sin mucho detenimiento, pero lo suficiente para dar una vueltecilla por el pueblo y añadirlo al saco de sitios visitados.
Con ello pusimos punto y final a esta nueva ruta sin ninguna parada más hasta casa.
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