martes, 2 de abril de 2019
Monumentos Valle del Corneja y de Amblés - Ávila
Saliendo desde Madrid hasta Cebreros (Ávila) para resolver un asunto familiar y ya situados allí, antes de poner rumbo a Ávila y al Valle de Amblés y del Corneja, decidí primero hacer una parada en el próximo Valle de Iruelas para contemplar el puente románico de Navaluenga, que hacía mucho tiempo tenía ganas de ver.
Bordeando el pantano del Burguillo, bastante menguado de agua casi como es tónica habitual y contemplando como estaban construyendo un puente nuevo para cruzar la cola del mismo, ya que el vetusto existente no permite circular a dos vehículos simultáneamente, tomamos el desvío hacia Navaluenga, un pueblo bastante decente dentro de la provincia y con ambiente y actividad pese a estar bastante aislado, con el puerto de Mijares como salida más sencilla al Valle del Tiétar y un poco apartado y por bastantes curvas de la nacional que une Ávila y Toledo.
El único recuerdo que tenía de Navaluenga era de hace casi 30 años cuando recuerdo estar con mis padres y mi hermano en el pueblo y como la guardia civil ante un aviso de crecida del Río Alberche hizo salir a los bañistas que aprovechaban la zona habilitada dentro del pueblo para bañarse. Pero no llegué a ver el puente.
Y esta vez no lo dejé pasar.
Puente asimétrico como la mayoría de los de esa época y con un aroma a muy antiguo, sin restauraciones aparentes o muy evidentes.
Un poco empanado y dado que se pasaba la mañana ni siquiera se me ocurrió cruzarlo, pero bueno, ya habrá otra vez.
Así que rumbo hacia el plato fuerte, Bonilla de la Sierra.
Descubriendo una nueva carretera, la que une Navaluenga con San Juan de la Nava, que salva casi 400 metros de desnivel, y parando en El Barraco para echar gasolina, proseguimos hasta Ávila, para sin detenernos continuar por la carretera del Barco, atravesando el Valle de Amblés y los numerosos pero pequeños pueblos que la jalonan, entre los que destacan un poco Muñana por sus mataderos, y zona que he frecuentado mucho por un amigo mío, Villatoro, con una notable iglesia y sitio desde el que ir a Vadillo de la Sierra al que algún día me tengo que acercar al ser el pueblo que limita al sur con el de mi padre.
Pasado el puerto de Villatoro entramos en los dominios del Corneja, quedando a mano izquierda la carretera que discurre por sus primeros kilómetros y en la que el año pasado hicimos una ruta magnífica para descubrir los Chorrerones del Corneja, y posteriormente ascender el puerto de Chía y quedar a las faldas de la Serrota, punto culminante de la Sierra de su mismo nombre.
Pues ya unos kilómetros más adelante tomamos a mano derecha el desvío hacia Bonilla de la Sierra.
Aunque hubiera preferido otro clima, para una zona y época que casi deberían llamar a la nieve, lo que había era un sol de justicia y un terreno abrasado por el sol y la falta de precipitaciones, y para mi le restaban ligero encanto al pueblo y al entorno.
Y allí, casi en medio de la nada y no cerca de ningún sitio importante se encontraba Bonilla de la Sierra, antigua villa episcopal y uno de los mejores pueblos de la provincia de Ávila en cuanto a patrimonio.
Son 4 los puntos de interés del mismo.
La puerta de Piedrahíta, única en pie de las cuatro existentes en la antigua muralla que envolvía el municipio.
El castillo, junto a la iglesia y en semi ruinas, aunque todavía con la torre del homenaje en pie.
La iglesia-colegiata consagrada a San Martín de Tours. Una maravilla con poca comparación y sorprendentemente levantada
en un pueblo minúsculo. Con un fantástico ábside, sus únicos y bonitos pináculos y las gárgolas que lo adornan.
No pudimos verla por dentro desgraciadamente.
Y el soprendente Pozo o Aljibe de Santa Bárbara, de origen árabe seguramente, y que en la actualidad sigue cumpliendo la misma función que cuando se diseñó y se puede acceder a su interior hasta el borde del agua.
Además debe haber un puente cerca, denominado de Chuy, que se me escapó. Lástima, con lo que me gustan los puentes.
Además la plaza con alguna casa porticada, algunas casas nobles con escudos y de bastante antigüedad y un empedrado cuidado en sus calles le dan un encanto enorme.
Más detalle Bonilla de la Sierra
Nos topamos con un bar en el pueblo, abierto, y allí tomamos un refresco con un pincho de tortilla y conversamos con el alcalde, cuando los poco habitantes del pueblo se disponían a comer allí reunidos.
Nos dijeron que el censo era de 130 personas pero que pernoctaran únicamente más de 20, y que se estaba a punto de poner en marcha un guía para enseñar el pueblo, cosa que vendría bien para dar a conocer un sitio magnífico y revitalizar un poco la zona.
Tan sólo nos encontramos con un matrimonio mayor visitando el pueblo.
Sólo a 5 kilómetros de Piedrahíta, nos acercamos para comer algo. Primero pasamos por el palacio del Duque de Alba, otro de los monumentos destacados de la zona, ubicado en las primeras estribaciones del Puerto de la Peña Negra, un sitio fantástico también, y que siempre se me había resistido cuando había pasado por Piedrahíta.
Así que divisamos el Bar Felipe Restaurante y allí que fuimos a comer. Era martes y no había prácticamente nadie salvo unos familiares.
La carta era sorprendente en cuanto a los precios, no concebíamos que se pudiera comer tan barato.
El menú del día, aunque sólo tuviera dos primeros y dos segundos, sólo costaba 8 euros, pero la carta que nos dejaron con buena variedad no salía mucho más caro, una ensalada poco más de 3 euros, un arroz a la cubana 4 euros, una pechuga de pollo a la plancha sobre 4 euros, y un enorme filete de ternera avileña que me zampé 7 euros. El entrecot se quedaba en 12.
Dio pena, que comiendo tan bien no tuvieran más gente y que además nos diéramos cuenta ya en Madrid que nos habían cobrado de menos, cosa que no compensaba la propina que habíamos dejado.
Un café para hacer la digestión y no quedarse dormido en el viaje de vuelta y a seguir descubriendo sitios.
Deshicimos el trayecto por la N-110, pasando por el Puerto de Villatoro hasta que llegados a Muñana nos desviamos a la derecha para buscar la carretera que va a Gredos y Arenas de San Pedro.
Una vez en ella nos dirigimos a Solosancho y desde allí hasta el contiguo Villaviciosa, núcleo anexo a éste.
En él, escondido de las vistas desde la carretera nacional por un montículo teníamos un castillo.
Con similitudes al que vimos en su día en Olmillos de Sasamón, en la actualidad está convertido en un hotel.
Más detalle castillo de Villaviciosa
Junto a él un verraco, de pequeñas dimensiones, de los múltiples que abunda por la zona.
A escasos metros de allí se encontraba el acceso al Castro de Ulaca, otro de los puntos fuertes del día.
Un poco desorientados ya que en la entrada no se atisbaba nada al respecto empezamos a subir, y a los pocos metros mi madre decidió que aquello era mucho para ella, así que me fui yo sólo para arriba pensando que aquello no era nada.
Empecé a subir como si fuera con Fede, o como si fuera él, a toda pastilla, siguiendo los hitos, pero sin una indumentaria adecuada.
Ganaba altura rápidamente pero aquello no acababa nunca. No obstante iba sorprendiéndome con las fantásticas vistas del Valle de Amblés y algunas sorprendentes formaciones rocosas.
A los 20 minutos o así me encontré con el primer punto informativo de los 15 o así que había.
Ya veía enfrente de mi los rudimentarios cinturones de murallas que los vetones construyeron a modo de defensa en su época, hasta 3.
Seguí concatenando hitos, ya preocupado porque mi madre pensaría que me habría pasado algo, pero ya que estaba allí tenía que llegar por lo menos hasta lo más representativo del castro, que es el denominado Santuario, cuya característica más significativa son unas escaleras talladas en la piedra.
Por fin coroné lo alto del monte, y caí que en el mapa topográfico marcaba Ulaca a 1501 metros de altitud, teniendo en cuenta que habría salido a unos 1200 me había pegado un buen sofocón.
Enseguida llegué hasta el famoso Santuario y tras hacer fotos del sitio y de las vistas alrededor, castillo de Manqueospese incluido deje lo que quedaba por ver en el tintero y me fui pitando para abajo, corriendo a toda velocidad porque mi madre estaría preocupada ya.
Así tardé poco más de 5 minutos en bajar y evidentemente mi madre pensaba que me había pasado algo, pero más rápido no pude ir.
Más detalle Castro de Ulaca
Una vez abajo y recuperado del sofocón nos dirigimos al casi contiguo pueblo de Sotalvo (o Sotalbo), tampoco visible desde la carretera nacional para ver el castillo de Manqueospese.
Aunque en realidad creo que el castillo ahora pertenece al contiguo municipio de Mironcillo (desde donde debe haber un camino que lleve al pie del mismo).
El castillo está encaramado en las piedras en las faldas del Pico Zapatero.
Como no sabía si se podía subir en coche ni desde donde, y estaba reventado de la subida al Castro de Ulaca, se quedó en unas fotos desde abajo.
Así que con eso estaba concluida la jornada.
Detalle Castillo de Manqueospese
Seguí por la carretera hasta el contiguo pueblo de Riofrío, muy próximo a Ávila, pero una carretera que desconocía. Está enclavado en un pequeño hoyo formado por varias montañas que la rodean.
Tras subir un pequeño puerto enseguida conectamos con la carretera que viene del Puerto de Navalmoral y ya estábamos casi en Ávila, donde esta vez no paramos.
La última parada la hicimos de nuevo en el Barraco, para hacer un descanso y tomar un café y ya de pasó tomé una foto de su berraco bien conservado junto al ayuntamiento.
FIN
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