Aunque desde hace unos años vengo visitando todas las cascadas posibles de la Comunidad de Madrid y alrededores, no sé por qué ésta se me había escapado.
No sé si porque está un poco escondida e inaccesible o porque está en un pueblo pequeño, pero hasta ahora no había reparado en ella.
No sé si porque está un poco escondida e inaccesible o porque está en un pueblo pequeño, pero hasta ahora no había reparado en ella.
A pesar de mi cansancio y sueño extremo necesitaba salir un poco al campo, a andar, respirar y ver agua y naturaleza.
Llegamos a Villavieja del Lozoya y dejamos el coche en un pequeña plazoleta, con capacidad para 6 u 8 coches.
Cogimos lo necesario y salimos hacia la carretera, por la que andamos unos 50 metros, dirección oeste, hasta que a mano derecha sale una pista adoquinada que tomamos, que en Google Maps aparece como calle de los Gallegos.
Avanzamos a lo largo de ella, primero en falso llano, y posteriormente picando para arriba, con chalets dispersos a ambos lados de la calle, y con algún perro suelto con muy malas pulgas que estuvo a punto de llevarse una agresión por mi parte.
Avanzamos a lo largo de ella, primero en falso llano, y posteriormente picando para arriba, con chalets dispersos a ambos lados de la calle, y con algún perro suelto con muy malas pulgas que estuvo a punto de llevarse una agresión por mi parte.
Cuando llegamos al final de la zona adoquinada, nos salimos al camino de tierra que cruza por encima de una vía de ferrocarril y gira a la derecha adentrándose ya en un terreno claro rural y de montaña, con árboles a ambos lados.
A mano derecha en una pequeña depresión discurre el arroyo que viene desde la cascada y alguna otra aportación de agua.
Realmente la fuente que tomé como ejemplo hace un sentido por un lado del arroyo y el otro por el otro lado, pero una vez hecho la ruta completa está claro que lo mejor es usar esta vertiente izquierda hasta bien adelante y luego buscar un sitio por donde cruzar el arroyo y pasar al lado derecho, antes de empezar la parte más empinada, y donde se encajona tremendamente el arroyo.
Continuamos avanzando, con niebla en la zona alta de las montañas que teníamos de frente, y que están en torno a 1800-1900 metros.
Con una escasez tremenda de colorido, ni había zonas verdes, ni tampoco reinaban los colores ocres o amarillentos, si no que predominaba un color parduzco poco fotográfico.
Con una escasez tremenda de colorido, ni había zonas verdes, ni tampoco reinaban los colores ocres o amarillentos, si no que predominaba un color parduzco poco fotográfico.
Pasados más de 5 kilómetros llegamos a una bifurcación, donde sale un camino a mano izquierda flanqueado por muchos pinos y enfrente se ve un bosque, un gran cortafuegos, y como el camino coge un desnivel importante, y a mano derecha donde se intuye que puede estar la cascada, con un encajonamiento de rocas por donde debe discurrir el arroyo.
Quizás, dada la experiencia, ese sea un buen momento para intentar atravesar al otro lado del arroyo.
Nosotros seguimos por el camino, atravesamos un puentecillo sobre otro arroyo y empezamos a ascender. Después de un duro repecho el camino gira hacia la izquierda y seguimos unos 200 metros hasta que nos dimos cuenta mirando el Google Maps que nos estábamos alejando de nuestro objetivo.
Retrocedimos un poco y trepamos un poco por el cortafuegos, que enseguida toma un desnivel terrible, con algo de nieve ya.
Así que en ese pequeño descanso que hay giramos a la derecha, adentrándonos en el bosque para intentar bajar hacia el arroyo.
Estábamos a una altura considerable sobre el mismo, y gracias a que el terreno estaba blando de las lluvias recientes pudimos bajar sin accidentes, pero no es una zona fácil.
Estábamos a una altura considerable sobre el mismo, y gracias a que el terreno estaba blando de las lluvias recientes pudimos bajar sin accidentes, pero no es una zona fácil.
Creíamos que habíamos ido a dar justo a la altura de la cascada, pero no. Como se estaba resguardado ahí, hicimos una parada para comer.
Pero rápida, que hacía fresco y con el sudor no era plan de quedarse mucho tiempo parado.
Cruzamos el arroyo, en eso si que tuvimos suerte de dar ahí, porque había dos puntos fáciles para cruzar, y justo nada más cruzarlo nos encontramos con un grupo de señores que ya volvían y que nos preguntaron si por ahí se podía cruzar bien, lo que hacía indicar que el camino por el otro lado, que era por donde habían ido ellos no era del todo agradable.
Cruzamos el arroyo, en eso si que tuvimos suerte de dar ahí, porque había dos puntos fáciles para cruzar, y justo nada más cruzarlo nos encontramos con un grupo de señores que ya volvían y que nos preguntaron si por ahí se podía cruzar bien, lo que hacía indicar que el camino por el otro lado, que era por donde habían ido ellos no era del todo agradable.
Empezamos a encontrar hitos rápidamente, y a pesar de ir ya por veredas muy poco marcadas y estrechas, por piedras en algunos casos y con bastantes sube y baja, en unos 15 minutos llegamos a la chorrera, que está increíblemente protegida y escondida, pero que a su vez tiene una pequeña plataforma para ponerse justo en frente de ella y disfrutarla.
Un descubrimiento precioso.
Emprendimos la vuelta a través de la pequeña vereda de acceso hasta llegar al punto donde cruzamos el arroyo, momento en el cual, con algunas gotas de lluvia, seguimos por el lado contrario al que habíamos venido, adentrándonos en un pequeño bosque durante unos 15 minutos. Todo sea dicho que por el bosque se caminaba cómodo y bien, pero había multitud de árboles caídos y el suelo estaba algo resbaladizo, lo cual suponía algún riesgo de caerse y clavarse alguna rama afilada.
Al salir de él, vamos a cruzar con otro pequeño arroyo, el cual, con bastante suerte cruzamos fácilmente por el primer punto que intentamos.
Y aquí, ya abriéndose bastante la visión comienza la parte más complicada y desagradable de la vuelta, que hacen recomendable volver por el mismo camino de ida.
Empezamos a avanzar entre muchas zarzas y plantas con pinchos, que aún sin estar muy cerradas, hacen inevitable que la ropa se vaya enganchando cada dos por tres.
Y aquí, ya abriéndose bastante la visión comienza la parte más complicada y desagradable de la vuelta, que hacen recomendable volver por el mismo camino de ida.
Empezamos a avanzar entre muchas zarzas y plantas con pinchos, que aún sin estar muy cerradas, hacen inevitable que la ropa se vaya enganchando cada dos por tres.
No podemos bajar al lado del arroyo porque más adelante se ve que se vuelve a encajonar un poco, así que vamos avanzando paralelos a él y en ligera zona ascendente.
Cruzamos otro pequeño arroyo, también con mucha puntería por donde elegimos, y se empiezan a ver lindes de piedras cerca, lo cuál parece una buena señal.
Al coronar un montículo rodeamos una de estas lindes, lo cual puede indicar que haya algún camino cerca que llegue hasta estas fincas, y efectivamente, un poco más adelante, y en una pequeña explanada rodeada de fincas, sale un camino bien definido, que ya se ve en los mapas y en mi propio reloj.
Cruzamos otro pequeño arroyo, también con mucha puntería por donde elegimos, y se empiezan a ver lindes de piedras cerca, lo cuál parece una buena señal.
Al coronar un montículo rodeamos una de estas lindes, lo cual puede indicar que haya algún camino cerca que llegue hasta estas fincas, y efectivamente, un poco más adelante, y en una pequeña explanada rodeada de fincas, sale un camino bien definido, que ya se ve en los mapas y en mi propio reloj.
Así que con vistas ya al pueblo a lo lejos, atravesando un pilón, empezamos a acercarnos al pueblo, sustituyendo las múltiples piedras de granito, y las zarzas y plantas pinchantes por fincas de robles bien delimitadas y un camino en perfecto estado que nos acaba llevando hasta Villavieja.
Allí paramos en el bar El Duende a tomar un café caliente y conversar con la dueña acerca de la ruta y otras alternativas que ofrece el pueblo.
Allí paramos en el bar El Duende a tomar un café caliente y conversar con la dueña acerca de la ruta y otras alternativas que ofrece el pueblo.
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