Con la reciente afición entre mi hermano y yo por conocer cascadas, tenía ganas de acercarme a los Arribes del Duero, para visualizar la valorada por muchos como la mejor cascada de España, el Pozo de los Humos.
Así que pensé que un día de Diciembre, entre semana, podría ser un buen momento para ello.
Salimos pronto de Madrid, con frío y niebla. Según avanzábamos dirección Ávila y luego Salamanca la niebla se hacía más densa, y ya llegados a la capital salmantina no se veía casi nada.
Así que además de estar bastante avanzada la mañana, con lo cual íbamos a tener poco tiempo, corríamos el riesgo de hacer el viaje en balde y no poder ver nada por la espesa niebla.
Hicimos una parada en Ledesma para tomar un café y nos quedamos con ganas de dar una vuelta por el pueblo, pero había que intentar llegar. Realmente fui muy optimista haciendo el cálculo, ya que realmente íbamos a la frontera con Portugal, no a 100 kilómetros de Madrid.
A la altura del inmenso embalse de La Almendra se empezaba a ver algo más y ya llegando al pueblo de Pereña de la Ribera el día se había arreglado bastante y nuestro optimismo crecía.
Desde el pueblo hay carteles que indican tanto el Pozo Airón como el Pozo de los Humos, pero una vez en los caminos es fácil despistarse y equivocarse, sólo para el Pozo Airón, no el de Los Humos.
Para ir al Pozo Airón, nuestro primer destino, hay que coger el camino más a la derecha posible y no desviarse de él. Hay otro camino bastante paralelo que va a dar a una construcción donde el camino termina en una ladera sin ninguna salida. Si no os queda claro, lo mejor activar el Google Maps, que te sitúa muy bien.
Al final se llega a un mínimo claro, donde dejar el coche, del que sale ya un camino estrecho para peatones. Al borde de ese camino va corriendo un fino arroyo de agua. Siguiendo el camino durante 15 o 20 minutos se va oyendo la caída de agua.
El camino empieza a descender hacia la cascada la cual ya empieza a divisarse.
Al llegar abajo el sitio es espectacular, acrecentado por el silencio y el no encontrarnos ni una sola persona, con la pequeña cantidad de la escasa cantidad de agua que vertía la cascada.
Una hendidura en la roca en forma de cueva, pudiéndote situar detrás de la cascada le daba un toque de singularidad.
El emplazamiento es espectacular.
Vuelta deshaciendo el camino andado, casi siempre en cuesta y al coche a por el siguiente punto planificado en el día.
Nos dirigimos hacia el famoso Pozo de los Humos, que tiene dos sitios para visitarlo, desde Pereña de la Ribera y desde Aldeadávila de la Ribera. Ya que estábamos en el primero pues hicimos la visita desde allí.
Siguiendo las indicaciones llegas en coche hasta un aparcamiento, muy cercano al mirador sobre la cascada.
Así que tras andar 3 o 4 minutos se abrió ante nosotros el espectacular paraje, vista de frente, a unos 200 metros de distancia, con la única pega de la escasa cantidad de agua que vertía la cascada.
Un entorno inmejorable, sin ni una sola persona y ni un solo ruido, que deja boquiabierto a cualquiera.
El sitio es idílico, pero habrá que volver para verlo con una buena cantidad de agua.
La otra ruta, a pie, desde Aldeadávila, te deja encima de la cascada, pero visto el poco agua que traía y el tiempo que nos iba a llevar hacerla, decidimos dejarla para otra ocasión.
Estábamos muy cerca de Aldeadávila pero había que recorrer un buen trecho para llegar, primero volviendo por camino de tierra hasta Pereña y luego por carretera salvando la orografía.
Una vez en Aldeadávila paramos en una fuente muy chula del pueblo, donde no había ni "una rata", y nos dirigimos a lo que nos quedaba pendiente.
Saliendo del pueblo a mano derecha tomamos un desvío que nos llevaba en primera instancia hasta El Picón de Felipe.
Dejamos el coche al lado de un merendero y andamos unos 10 minutos por un camino sin pérdida hasta el mirador conocido como El Picón de Felipe desde el cual pudimos contemplar unas vistas impresionantes.
A mano izquierda y derecha se extendía el Río Duero, manso, sigiloso, entre el cañón que ha ido formando a lo largo de multitud de años.
Un remanso de paz, tranquilidad y belleza como pocos había visto.
Después de permanecer unos minutos allí purificándose y enriqueciendo la vista retornamos para completar el cuarto hito marcado en el planning, el Mirador del Fraile.
Una vez retornado al coche, tan sólo hubo que recorrer unos metros dirección a la presa de Aldeadávila, hasta que una verja impedía continuar el camino. Allí aparcamos el coche y nos emplazamos sobre el mirador, con unas vistas también preciosas, en este caso del río y de la presa.
Fue el único punto del día en el que tuvimos compañía, la de dos águilas posadas sobre una roca, que al poco decidieron hacer una exhibición de vuelo para nosotros.
Planning cumplido a la perfección, aunque parecía una locura, y suerte que al final el día nos permitió disfrutar del entorno.
Así que, como todavía había luz, emprendimos el camino de vuelta, con la intención de realizar una parada en Ledesma y dar una vuelta por el pueblo.
Cedí mi coche a mi hermano para que compartiera el cansancio de la conducción y llegamos a Ledesma con un poco luz todavía.
Dimos una vuelta por sus calles, rincones, hasta que nos asomamos al Tormes, donde se contemplaba un bonito puente, posiblemente medieval. En las inmediaciones hay más puentes, uno de ellos romanos, pero la escasez de luz y su situación nos impidió ir. Rodeamos el pueblo paralelos al río hasta alcanzar la imagen más representativa del pueblo, la puerta
de acceso a su castillo-muralla.
Después de eso, un café en el mismo sitio que lo habíamos tomado cuando paramos por la mañana y ya rumbo directo hasta Madrid sin más paradas.
El planning salió bien a pesar del tiempo que tardamos en llegar y lo corto que era el día, y pudimos ver esos cuatro sitios, pero habrá que volver para ver las cascadas en su esplendor y hacer la ruta a pie desde Aldeadávila hasta los pies del Pozo de los Humos.
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