domingo, 29 de enero de 2017

Ruta de Castillos en Valladolid



Cambiamos por un día las rutas de senderismo por el campo y la naturaleza para buscar esta vez una ruta más cultural y de arquitectura.

Una ruta por los Castillos de Valladolid, posiblemente la provincia con más castillos de España

Este era el menú y el plan inicial

Medina del Campo
Urueña
Torrelobatón
Fuensaldaña
Trigueros del Valle
Villafuerte
Curiel de Duero
Peñafiel
Íscar
Portillo
Medina del Campo

(También se podía incluir Cuéllar, pero éste ya lo conocíamos y además es de Segovia y no de Valladolid)

Y esto plasmado sobre el mapa





Aunque luego añadimos Tiedra a la ruta, paramos en Wamba que pillaba de camino y nos quedamos con las ganas de ver Portillo en condiciones, ya era de noche, y tuvimos que dejar de ver Íscar, que quedará pendiente para otra ocasión.

Saliendo de Madrid sobre las 8 de la mañana, el punto de reunión era Medina del Campo, principio y final de la ruta.

Con la ola de frío prácticamente finiquitada, no obstante de camino allí, una vez superada la sierra de Guadarrama, había muchos puntos con temperaturas bajo cero.

Tras encontrar un sitio donde dejar estacionado un coche durante el resto del día nos dirigimos a tomar un buen desayuno caliente para empezar la jornada y combatir el frío.

Una vez entrados en calor nos dirigimos al Castillo de la Mota, uno de los más famosos, importante históricamente y bonitos de España.

Para mi, en una escala de 1 a 5 (siendo 5 lo mejor), un castillo de 5.




El siguiente punto en el planning era Urueña, que no contenía un castillo como tal al uso, pero sí unas murallas.
Cogimos la autovía, pasamos Tordesillas y nos desvíamos en la salida que lo marca.
Justo antes de llegar allí nos topamos con ésta chulísima Ermita.




Y desde ella, una de las vistas más chulas de Urueña, que da sensación de villa amurallada de otros tiempos, incluso de la época bíblica.
Una vez allí había tramos de la muralla habilitados para subir y andar por ella y el pueblo, pequeño, era muy bonito.
Primer destino completado.




La hora no parecía preocuparnos pero nos habíamos comido un buen trozo de mañana. Nos dirigíamos hacia Torrelobatón, pero unos carteles que nos indicaban Tiedra nos hizo cambiar de idea y modificar el planning.

Nos desvíamos hacia Tiedra, que debería haber sido el primer destino ya que está al otro lado de la autopista, y allí nos acercamos hasta el castillo, bastante bien conservado aunque con síntomas de haber sido restaurado recientemente.

Un castillo de 2 en la escala.





Como habíamos perdido bastante tiempo con este desvío y además el pueblo no tenía nada más (y habíamos ido a ver exclusivamente castillos) nos dirigimos directamente al siguiente destino, Torrelobatón.

El castillo está en un pequeño montículo en el centro del pueblo, desde lejos se ve perfecto, pero desde cerca es difícil abarcarle para tomar una buena estampa.
La altura de la torre del homenaje es tremenda, el castillo impresiona.

Podría estar rondando entre el 3 y el 4 en valoración.




Desde ahí deberíamos dirigirnos hasta Fuensaldaña, pero como la carretera pasaba por el curioso pueblo (lingüísticamente hablando) de Wamba, allí que hicimos una nueva parada.

Paramos junto a la bonita iglesia que tenéis debajo, muy bonita e hicimos una foto a la estatua del Rey Wamba existente en el pueblo, y continuamos camino.





Llegar hasta el siguiente destino nos costó. Estaba próximo pero para llegar sólo hay una carretera y como nos confundimos, al coger la autovía que va desde Valladolid a Palencia no había salida directa.
Así que tuvimos que tomar la salida hacia Villanubla, donde está el aeropuerto, y tras hacer allí un intento fallido por comer seguimos hasta Fuensaldaña, donde llegamos rápidamente.

Lo primero que hicimos fue buscar un sitio para comer, y lo encontramos por 15 euros en un pequeño Asador del que salimos muy satisfechos.

Enorme variedad (unos 10 primeros y 10 segundos), buena calidad y buena cantidad.

Una vez recuperadas fuerzas nos fuimos a ver el castillo. De estructura y dimensiones parecidas al anterior, su Torre del homenaje era más bonita. Estaba ubicado en el centro del pueblo, en un entorno más elegante y la impresión era majestuosa igualmente.

Otro castillo con valoración 3 o 4 sobre cinco.




Entre los problemas para llegar a Fuensaldaña y el tiempo empleado comiendo se había hecho relativamente tarde para todo lo que quedaba.

El siguiente destino ya estaba más lejos. Montamos en el coche y nos dirigimos a Trigueros del Valle.

Allí, además de una ermita en lo alto de un montículo dominando el pueblo, que no visitamos por falta de tiempo, nos encontramos con un castillo de grandes dimensiones, con una fachada principal relativamente conservada pero con el resto en bastante mal estado, no es un castillo derruído, pero si con serios desperfectos.

Digamos que un castillo de valoración 1.




De vuelta al coche rumbo a Villafuerte (Villafuerte de Esgueva en algunos sitios). 

Allí en lo alto del pueblo (ubicación habitual de los castillos), nos encontramos con un castillo de estructura similar a los de Torrelobatón y Fuensaldaña pero con menores dimensiones. No estaba en un entorno especialmente bonito, con mucha maleza alrededor y algo de chatarra, pero no obstante es un castillo interesante que sin problemas puede recibir una valoración de 2.




Con el atardecer amenazándonos y mucho por recorrer todavía, teníamos la esperanza de llegar por lo menos en buenas condiciones a Peñafiel y a partir de ahí valorar.

Después de pasar por Pesquera de Duero y su multitud de bodegas de gran renombre seguimos hacia Peñafiel que ya se vislumbraba a lo lejos. Prácticamente pegando a Peñafiel se encuentra Curiel de Duero. 
Éste castillo sólo lo pudimos contemplar en la distancia, ya que se ha convertido en una propiedad privada dedicada a la hostelería.
Eso sí, la ubicación sobre una roca elevándose por encima del pueblo le daban un aspecto muy interesante.
Además en el pueblo había una bonita plaza con una puerta-muralla y una fuente.





Por fin llegamos a Peñafiel, otro de los castillos más impactantes de España, por su tamaño y su ubicación.
El cielo ya más que naranja estaba tornándose oscuro, el sol ya se había puesto casi completamente y las luces del pueblo estaban encendidas dada la oscuridad ya reinante.
Después de dar varias vueltas por el pueblo encontramos la carretera para subir.
Ya quedaba muy poca gente allí y empezaba a hacer mucho frío.
Hicimos alguna foto, aunque las más bonitas de este castillo son en la distancia, y aunque quedó un punto de decepción por el poco tiempo que pudimos dedicarle (el pueblo también parecía chulo) por lo menos pudimos llegar hasta allí. 
Pero visto que quedaron más cosas pendientes, bien merecerá volver a visitarlo en mejores condiciones de luz.
Un castillo que también merece la valoración máxima de 5.




Una vez de vuelta al coche cogimos la guía de carreteras y valoramos la situación.
Quedaban dos castillos pero era absolutamente de noche.
Además estaban mal comunicados.
Así que decidimos pasar por Portillo que estaba justo de camino hacia Medina del Campo.
No estábamos cerca y teníamos que transitar por carreteras estrechas, sin ningún tipo de iluminación y que no conocíamos.
Así que casi después de una hora de trayecto alcanzamos Portillo.
Situado en una loma en la prácticamente llana provincia de Valladolid tenía pinta de ser un pueblo chulo y su castillo más todavía.
Lástima de la escasa luz y el profundo frío.
Dimos una vuelta al castillo, que tenía la impresión de tener una valoración de tres, y quedó emplazado para una nueva visita junto con el no visitado de Íscar, el de Peñafiel y alguna cosa más.




Así que ya sólo quedaba cerrar el círculo y retornar a Medina del Campo, donde también quedó por disfrutar de algo más que el castillo, pero otro día sería, ya que también me quedó pendiente Simancas, Tordesillas y la propia Valladolid.

En total el trayecto supuso más de 300 kilómetros por la provincia de Valladolid y un montón de sitios chulos.

Una vez allí, yo de vuelta a Madrid y mi hermano y Noelia a Valladolid.
Llegué sobre las 22.15 de la noche después de haber salido a las 8 de la mañana.
No está mal para una sóla jornada!






domingo, 15 de enero de 2017

Subida al cerro San Pedro



Después de un paseo hasta la Laguna de Peñalara que es conocida por todo el mundo, la siguiente ruta que emprendimos fue al Cerro de San Pedro. Mi hermano tiene trillada toda la Comunidad de Madrid, pero justo este lugar no lo había explorado, así que hacia allá fuimos.

Por la carretera de Colmenar y llegado a éste cogiendo la carretera rumbo a Guadalix hasta el kilómetro 7,5 aproximadamente,
donde en un repecho, a mano derecha queda una casa vieja y una explanada donde se deja el coche.

Una vez aquí no hay ninguna pérdida. Se salta un pequeño muro de piedras y se sigue el camino perfectamente delimitado. Rápidamente nos encontramos una fuerte pendiente para posteriormente suavizar en un camino con bastantes piedras, lo que hace que sea recomendable llevar calzado de montaña aunque se pueda realizar con unas zapatillas normales.

Tras poco más de dos kilómetros y unos 400 metros de ascenso vertical llegamos a la cima donde nos espera la recompensa, sus vistas.
Aunque no era el mejor día para esta recompensa, ya que estaba activado en Madrid el protocolo y las restricciones por alta contaminación.

Pero aún así, con un día completamente despejado las vistas hacia el oeste y norte eran magníficas, con el embalse de Santillana y Manzanares el Real, la Pedriza, la Bola del Mundo, La Cuerda Larga, Soto del Real, Miraflores de la Sierra, la Morcuera y Bustarviejo, perdiéndose más allá el alcance nítido de la visión.

En cambio tornando la mirada hacia Madrid, primeramente se podían ver unas buenas dehesas donde posiblemente haya ganaderías bravas, pero entre la neblina y la contaminación Madrid estaba completamente difuminada y costaba diferenciar más allá de las cuatro torres del Paseo de la Castellana.

No obstante el sitio, con visión circular es muy interesante.

Para el descenso no hay que relajarse, ya que debido al fuerte desnivel y a las numerosas piedras hay que ir continuamente mirando al suelo para no resbalarse, siendo muy recomendable en las zonas de mayor desnivel bajar de medio lado e incluso trotando. En poco más de 10 minutos estábamos abajo y dimos por terminado el día, aunque esperamos volver por la zona para explorar la zona de Hoyo de Manzanares y alrededores.




lunes, 9 de enero de 2017

Visita exprés a Los Arribes del Duero



Con la reciente afición entre mi hermano y yo por conocer cascadas, tenía ganas de acercarme a los Arribes del Duero, para visualizar la valorada por muchos como la mejor cascada de España, el Pozo de los Humos.
Así que pensé que un día de Diciembre, entre semana, podría ser un buen momento para ello.

Salimos pronto de Madrid, con frío y niebla. Según avanzábamos dirección Ávila y luego Salamanca la niebla se hacía más densa, y ya llegados a la capital salmantina no se veía casi nada.
Así que además de estar bastante avanzada la mañana, con lo cual íbamos a tener poco tiempo, corríamos el riesgo de hacer el viaje en balde y no poder ver nada por la espesa niebla.

Hicimos una parada en Ledesma para tomar un café y nos quedamos con ganas de dar una vuelta por el pueblo, pero había que intentar llegar. Realmente fui muy optimista haciendo el cálculo, ya que realmente íbamos a la frontera con Portugal, no a 100 kilómetros de Madrid.
A la altura del inmenso embalse de La Almendra se empezaba a ver algo más y ya llegando al pueblo de Pereña de la Ribera el día se había arreglado bastante y nuestro optimismo crecía.

Desde el pueblo hay carteles que indican tanto el Pozo Airón como el Pozo de los Humos, pero una vez en los caminos es fácil despistarse y equivocarse, sólo para el Pozo Airón, no el de Los Humos.
Para ir al Pozo Airón, nuestro primer destino, hay que coger el camino más a la derecha posible y no desviarse de él. Hay otro camino bastante paralelo que va a dar a una construcción donde el camino termina en una ladera sin ninguna salida. Si no os queda claro, lo mejor activar el Google Maps, que te sitúa muy bien.
Al final se llega a un mínimo claro, donde dejar el coche, del que sale ya un camino estrecho para peatones. Al borde de ese camino va corriendo un fino arroyo de agua. Siguiendo el camino durante 15 o 20 minutos se va oyendo la caída de agua.

El camino empieza a descender hacia la cascada la cual ya empieza a divisarse.
Al llegar abajo el sitio es espectacular, acrecentado por el silencio y el no encontrarnos ni una sola persona, con la pequeña cantidad de la escasa cantidad de agua que vertía la cascada.
Una hendidura en la roca en forma de cueva, pudiéndote situar detrás de la cascada le daba un toque de singularidad.
El emplazamiento es espectacular.





Vuelta deshaciendo el camino andado, casi siempre en cuesta y al coche a por el siguiente punto planificado en el día.
Nos dirigimos hacia el famoso Pozo de los Humos, que tiene dos sitios para visitarlo, desde Pereña de la Ribera y desde Aldeadávila de la Ribera. Ya que estábamos en el primero pues hicimos la visita desde allí.
Siguiendo las indicaciones llegas en coche hasta un aparcamiento, muy cercano al mirador sobre la cascada.
Así que tras andar 3 o 4 minutos se abrió ante nosotros el espectacular paraje, vista de frente, a unos 200 metros de distancia, con la única pega de la escasa cantidad de agua que vertía la cascada.

Un entorno inmejorable, sin ni una sola persona y ni un solo ruido, que deja boquiabierto a cualquiera.
El sitio es idílico, pero habrá que volver para verlo con una buena cantidad de agua.
La otra ruta, a pie, desde Aldeadávila, te deja encima de la cascada, pero visto el poco agua que traía y el tiempo que nos iba a llevar hacerla, decidimos dejarla para otra ocasión.





Estábamos muy cerca de Aldeadávila pero había que recorrer un buen trecho para llegar, primero volviendo por camino de tierra hasta Pereña y luego por carretera salvando la orografía.
Una vez en Aldeadávila paramos en una fuente muy chula del pueblo, donde no había ni "una rata", y nos dirigimos a lo que nos quedaba pendiente.
Saliendo del pueblo a mano derecha tomamos un desvío que nos llevaba en primera instancia hasta El Picón de Felipe.

Dejamos el coche al lado de un merendero y andamos unos 10 minutos por un camino sin pérdida hasta el mirador conocido como El Picón de Felipe desde el cual pudimos contemplar unas vistas impresionantes.
A mano izquierda y derecha se extendía el Río Duero, manso, sigiloso, entre el cañón que ha ido formando a lo largo de multitud de años.





Un remanso de paz, tranquilidad y belleza como pocos había visto.
Después de permanecer unos minutos allí purificándose y enriqueciendo la vista retornamos para completar el cuarto hito marcado en el planning, el Mirador del Fraile.

Una vez retornado al coche, tan sólo hubo que recorrer unos metros dirección a la presa de Aldeadávila, hasta que una verja impedía continuar el camino. Allí aparcamos el coche y nos emplazamos sobre el mirador, con unas vistas también preciosas, en este caso del río y de la presa.





Fue el único punto del día en el que tuvimos compañía, la de dos águilas posadas sobre una roca, que al poco decidieron hacer una exhibición de vuelo para nosotros.
Planning cumplido a la perfección, aunque parecía una locura, y suerte que al final el día nos permitió disfrutar del entorno.

Así que, como todavía había luz, emprendimos el camino de vuelta, con la intención de realizar una parada en Ledesma y dar una vuelta por el pueblo.
Cedí mi coche a mi hermano para que compartiera el cansancio de la conducción y llegamos a Ledesma con un poco luz todavía.
Dimos una vuelta por sus calles, rincones, hasta que nos asomamos al Tormes, donde se contemplaba un bonito puente, posiblemente medieval. En las inmediaciones hay más puentes, uno de ellos romanos, pero la escasez de luz y su situación nos impidió ir. Rodeamos el pueblo paralelos al río hasta alcanzar la imagen más representativa del pueblo, la puerta
de acceso a su castillo-muralla.





Después de eso, un café en el mismo sitio que lo habíamos tomado cuando paramos por la mañana y ya rumbo directo hasta Madrid sin más paradas.
El planning salió bien a pesar del tiempo que tardamos en llegar y lo corto que era el día, y pudimos ver esos cuatro sitios, pero habrá que volver para ver las cascadas en su esplendor y hacer la ruta a pie desde Aldeadávila hasta los pies del Pozo de los Humos.


Cascada del Hornillo



Algo rápido (para los que vivimos en Madrid) para pasar un rato por la mañana en un día de diario en el que estás de vacaciones y anocheciendo pronto es visitar la Cascada del Hornillo en el termino municipal de Santa María de la Alameda, un pueblo metido casi en la provincia de Ávila y encaramado en una zona accidentada.

Hay que llegar hasta el Escorial y coger la carretera dirección Ávila, una vez subido el Puerto de la Cruz Verde, poco después hay un desvío a la derecha dirección Robledondo, el cuál tenemos que tomar, y una vez atravesado el pueblo se sigue dirección Santa María de la Alameda por una carretera en pendiente descendente.
Justo cuando termina esa pendiente descendiente y va a comenzar el ascenso hacia Santa María, a mano derecha hay un pequeño aparcamiento y la indicación de la ruta hacia la cascada.

La ruta es corta y muy sencilla, unos 15-20 minutos.
Se empieza avanzando por una zona frondosa, con el camino lleno de hojas secas, en un paraje realmente bonito y poco a poco se va abriendo la garganta un poco más, empezándose con más intensidad el descenso del agua que lleva el Arroyo de la Aceña, procedente de la presa del mismo nombre, situada más arriba junto al bonito pueblo de Peguerinos.

Al poco nos topamos con el salto de agua, que para lo poco que había llovido traía un buen caudal y que está en un entorno muy bonito.
Una ruta muy corta que se puede completar y ampliar siguiendo más arriba o en su defecto volviendo al aparcamiento donde hay un merendero y si no hace mucho frío se puede aprovechar para pasar un rato desayunando o merendando y disfrutando del entorno.






La ruta se puede ampliar más allá de la cascada, éste esta es una buena indicación de como hacerlo. En nuestro caso decidimos ir a buscar unos níscalos por zonas cercanas, sin mucha suerte eso sí.