domingo, 6 de agosto de 2017
Visitando parte de los Alpes - Día 2
Después de un descanso no muy grato, pocas horas, mala cama, mala almohada, mucho calor, y como colofón las campanadas de una iglesia contigua, bajamos a desayunar para coger fuerzas de cara a iniciar el segundo día alpino.
En esta ocasión nos dirigiríamos al sur-suroeste de Grenoble, atravesando el parque natural de Vercors, zona quizás ya no alpina o con montañas más bajitas.
Intentamos inicialmente encontrar una cascada ubicada en la próxima población de Sassenage, un pueblo pegado a las rocas del macizo del Furon.
Pero el GPS no sabía llegar y no estuvimos muy despiertos a la hora de intuir donde estaba, así que abandonamos la idea y seguimos camino rumbo a Villard de Lans, para lo cual había que ascender de 200 metros hasta 1000, a través del macizo de Furon.
Una bonita carretera que nos dejó en una meseta preciosa, verde a más no poder, con casas a ambos lados y con Villard de Lans al fondo.
Tras hacer un "Drive Through", nos dirigimos hacia el Col de Rousset, hacia la zona más al sur del día, a través del desfiladero de la Bourne (otros Gorges).
Unas fantásticas paredes rocosas entre las cuales se había encajado la carretera de forma compleja, tanto que en varios tramos no cabían dos coches en paralelo.
Tras recorrer este largo desfiladero llegamos a una zona orográficamente más tranquila, sin montañas altas a ningún lado y con una pendiente de ascenso escasa.
Parada en un pueblo a recoger agua de una fuente y rumbo hacia el puerto.
Con un par de kilómetros finales un poco más empinados llegamos arriba, y para descender a la otra parte cruzamos un pequeño túnel que nos dejó ante una bonita estampa de curvas y recurvas en un largo descenso que debería llevarnos hasta el valle de la Drome, habíamos dejado el departamento del Isere, al que pertenece Grenoble y que da nombre al inmenso río que pasa por dicha ciudad para entrar en este que también da nombre a un importante río.
El descenso sin ser excesivamente pronunciado, era largo y debería bajarnos de los 1200 metros hasta los 200 aproximadamente.
Tras disfrutar del mismo, alcanzamos la localidad de Die, donde hicimos una parada pero no logramos encontrar nada de interés, además que un mercadillo (era sábado) lo invadía todo, así que simplemente perdimos el tiempo.
Ahora si que estábamos en el punto más meridional del día, así que después de circular un tramo en dirección oeste (en Pontaix intentamos visitar una cascada pero no la encontramos), empezamos a virar hacia el norte.
Nuestro próximo destino era la Chute de la Druise (una cascada o un salto de agua, porque habitualmente se llaman cascade).
Pero la zona por la que íbamos no nos hacía ser muy optimistas, estábamos a relativa poca altitud, en una zona poco verde, y sin muchas montañas colindantes.
Eso sí, los carteles de indicación estaban presentes, y cuando es así, lo lógico es que tenga agua permanentemente.
Al llegar a la localidad de Plan de Baix giramos a la derecha rumbo a la cascada.
Tras unos kilómetros llegamos a un aparcamiento pequeño pero lleno, lo cual nos hacía pensar positivamente.
Una senda desde el aparcamiento marcaba el camino para llegar a la cascada, entre 20 minutos y media hora.
Pasada la mitad del descenso se me dobló el pie izquierdo, y un poco más adelante una segunda torcedura del mismo tobillo que me lo dejó muy maltrecho.
Inmediatamente llegamos al salto de agua. Simplemente espectacular, posiblemente el mejor que hubiera visto hasta el momento, con una pequeña laguna debajo y luego el arroyo corriendo.
Nada más llegar metí el pie en el agua fría para bajar la posible inflamación y no vino mal.
El paraje era incomparable, como para pasar un día entero allí, pero nosotros teníamos una agenda muy apretada y muchos más sitios que recorrer ese día.
Así que con mi tobillo dañado retornamos hacia el coche subiendo el camino antes descendido.
Intentamos salir de allí por otra carretera que nos llevó a pasar por la Cascada de la Pissoire, muy floja al lado de la que acabábamos de ver, a través del los Gorges de Ombleze.
Pero unos kilómetros más adelante la carretera se acababa, así que tuvimos que deshacer ese tramo perdiendo nuevamente un buen rato de tiempo que podríamos echar en falta más adelante.
De nuevo se nos presentó el problema del día anterior con la gasolina. El mapa no marcaba ninguna estación para repostar en nuestra ruta ni relativamente cerca.
Finalmente buscando por internet si que había una en Saint-Jean-en-Royans, aunque para llegar hasta allí con el plan trazado había que recorrer bastantes kilómetros, con mucha curva y mucho ascenso.
Realmente quedaba gasolina de sobra hasta llegar allí, así que nos quitamos la preocupación y seguimos la ruta.
Pero llegados a la localidad de Leoncel nos confundimos de carretera. Empezamos a descender y descender cuando deberíamos coronar el Col de la Bataille, pero aquello no cambiaba de inclinación y me empezó a mosquear.
Finalmente me di cuenta que sin querer habíamos cogido una carretera diferente que nos llevó directamente hasta Sain-Jean-en-Royans.
Ya que estábamos allí paramos en el Intermarché a echar gasolina y a comprar comida, y además compré una venda para mi tobillo.
A la salida del pueblo encontramos una pradera con bancos para comer y allí estuvimos degustando nuestro típico menú para estos días, pan y embutido, aderezado con algo de dulce (algún yogur o natillas) o de salado (patatas fritas).
Ahora había que deshacer el desaguisado que había supuesto esa equivocación de carretera que nos había hecho saltarnos unos cuantos sitios, así que intentamos retroceder por la carretera por la que tendríamos que haber llegado hasta allí.
Así que por la D-131 nos dirigimos a una carretera sin salida que tenía un lago (el cual no existía) y que nos dejaba a los pies del Col de la Bataille pero a muchos metros de altitud del mismo.
Así que otra vez para atrás y ahora sí empezamos el ascenso por una carretera que iba serpenteando a través de la roca de manera milagrosa, hasta que al final cruzaba un túnel y nos transportaba al otro lado de la masa de rocas.
Ya ganada casi toda la altitud seguimos avanzando entre el bosque rumbo al puerto, pero cuando llegamos al primer mirador de los varios que debería tener decidimos parar, contemplar las vistas y no seguir más allá, dejando con ello supuestamente una cascada también.
Así que de vuelta, para hacer el trayecto que originalmente teníamos que haber hecho hace un rato.
Al llegar al Col de la Machine se abrió ante nosotros un magnífico circo, que recordaba en cierta medida a cuando estuvimos este año en el Salto del Nervión.
Pero además del inmenso cañón rocoso, lo más llamativo era la carretera construida en la roca por la que deberíamos seguir, atravesando numerosos arcos de la propia piedra.
Estábamos en el Combe Laval, el cual yo creía que estaba en el valle que formaban ambos cañones, pero que claramente era aquello.
Unas vistas magníficas. Recorrimos despacio la zona de los arcos naturales, porque la carretera te obligaba a ir muy despacio y también para deleitarnos con la zona, como estaban haciendo más turistas.
Una vez saciados de aquel entorno seguimos con la jornada, rumbo de nuevo a Saint-Jean-en-Royans, por donde ya habíamos pasado.
Desde allí continuamos el próximo Saint-Nazaire-en-Royans donde había un viaducto, pero éste estaba prácticamente tapado por construcciones, además de ser un viaducto moderno claro.
Así que una parada rápida y rumbo hacia Pont-en-Royans que tenía más sustancia.
Aparcamiento a la entrada del pueblo. Desde allí bajamos al río y recorrimos el paseo que transcurre a su lado hasta que alcanzamos sus casas colgantes, algo similar a Cuenca pero en mucha menor altitud y sobre un río y no sobre un cañón, pero muy pintorescas en un entorno muy atractivo, con los gorges asomándose prácticamente al pueblo.
Volvimos al coche por el interior del pueblo y seguimos que ya estaba cerca de anochecer y todavía estábamos lejos.
Nada más abandonar el pueblo entramos en otro desfiladero (gorges) que nos llevó hasta la localidad de Choranche dónde debía haber una cueva bastante atractiva e importante pero que a esas horas no podíamos visitar, a parte de que debía quitar mucho tiempo.
Un poco más adelante salía a la izquierda otra carretera contorneada en verde en la guía, o sea de atractivo turístico, y aunque estaba nublado y eso casi hacía que fuera de noche y que no llevaba a Grenoble decidimos tomarla.
La Route des Ecouges.
La carretera ascendía por unas praderas de lo más verde que uno se pueda encontrar, con dos o tres atractivas y pequeñas poblaciones, hasta que se corona un puerto de montaña.
A partir de ahí la carretera se hacía más estrecha y peor asfaltada y descendía, por momentos bruscamente.
Aunque la guía marcaba algo allí, dado que no lo encontrábamos, la hora, el tiempo y que aquello parecía una carretera fantasma, decidimos dar la vuelta.
Finalmente si que había muy poquito más adelante un mirador, un cañón y una cascada supuestamente, pero que tampoco quizás hubiéramos podido ver porque creo que no estaba a mano, así que por lo menos nos quedamos con el recorrido que hicimos que estuvo chulo.
Volvimos a la nacional y entramos otra vez en el desfiladero de la Bourne, que nos llevó a Villard de Lans, no tan atractivo como a la mañana con el cielo azul y las praderas completamente verdes.
Ya estábamos muy cerca de Grenoble, pero en vez de bajar por un desvío anterior volvimos por donde habíamos accedido por la mañana, así que quizás perdimos en esa carretera algún desfiladero más.
Llegada al hotel, conseguí ver como había la contrarreloj final del Tour y a ducharse y a cenar algo.
Tras ello un paseo por Grenoble, pero otra vez empezó a llover y tuvimos que ir refugiándonos y como no paraba tuvimos que ir acortando para volver al hotel.
Así que a dormir que había sido otra paliza.
Se quedaron sin ver esta vez menos cosas, casi cumplimos el guión trazado.
Quizás el col de la Bataille por ese error al tomar una carretera, los Gorges de Nan que eran opcionales, la cascada de la
Ruta des Ecouges y Voreppe o Voiron, con un monasterio y una cascada, la de la Pisserotte en sus alrededores.
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