Sonaba el despertador para dar inicio al cuarto día.
Último desayuno en Grenoble, recogimos las maletas y nos despedimos de ella.
Me quedó la espina de dar un breve paseo con luz del sol por la zona cercana al hotel, donde estaba la catedral, por el río y aledaños, y también tener alguna vista desde la altura, como por ejemplo por la carretera que salimos el primer día camino del Col de Porte, donde por un momento en una curva pude intuir unas buenas vistas de Grenoble.
Así que dejamos esa Plaza de Víctor Hugo con el Hotel d'Angleterre.
Nuestro próximo cuartel general por dos días iba a ser Briançon, más al este, lindando ya con Italia prácticamente.
Para ello teníamos que tomar una nacional que nos llevaba directos, con las pertinentes paradas que estimáramos.
El primer lugar de paso era Bourg d'Oisans, donde echamos gasolina, localidad ligada a Alpe D'Huez.
Y allá nos fuimos, a subir el famoso puerto tantas veces final de etapa y juez del Tour. Con numerosos cicloturistas compartiendo la subida y con mucho tráfico entramos en esa primera recta durísima para acto seguido afrontar sus famosas 21 curvas, haciendo alguna parada para divisar las vistas.
Leyendo los ciclistas que daban nombre a las curvas fuimos descontándolas hasta llegar a la estación de esquí, inmensa, parece una ciudad. Seguimos hasta la parte alta donde se podía identificar el lugar que sirve de final exacto de la etapa, y donde se contemplaban verdes praderas que a partir de otoño seguramente formaran pistas de esquí.
Un ligero atajo en el descenso para salvar la estación de esquí nos proporcionó otras buenas vistas.
La niebla nos respetó a pesar de que parecía que nos iba a incomodar.
Así que llegamos abajo.
Habíamos hecho esta incursión dirección norte o a mano izquierda en el sentido que íbamos hacia Briançon y el siguiente destino lo íbamos a hacer al lado inverso.
Otra carretera de esas como la que cogimos el día anterior, en la que seguramente nadie repararía porque no tiene ningún atractivo aparente salvo una cascada y además no tiene salida, finalizando en el núcleo poblacional de La Berarde.
Pues otra vez fue un acierto pleno, 100% recomendable.
Un paisaje espectacular en pleno Parque Nacional des Ecrins, con montañas enormes a ambos lados y trazando en muchos momentos la carretera por lugares francamente complejos.
Decidimos llegar hasta el final, dejando para la vuelta alguna cascada que se divisaba. Tras una primera parte menos empinada y con mejor carretera, llegamos a un repentino ascenso durante unos 3 kilómetros, con la carretera trepando a través de la roca, en algunos tramos casi destrozada y realmente estrecha, hasta llegar de nuevo a una zona con menos pendiente pero muy estrecha, con algún túnel y sin que en la mayoría del trayecto entraran dos coches
en paralelo, habiendo cada ciertos metros zonas ensanchadas para cuando coinciden dos vehículos.
Tras más de 20 kilómetros llegamos al final de la carretera en la localidad (por decir algo) de La Berarde.
Con un camping, uno de los innumerables que nos encontramos en todo el viaje, era un lugar principalmente para alpinistas, escaladores y también amantes de la naturaleza y los paisajes como nosotros.
Con un torrente que descendía por allí con intensidad, con el agua entre azul y blanca y que nos fue acompañando a lo largo de toda la carretera, como ocurría con casi todas estas carreteras que discurrían paralelas a un torrente, que en España serían ríos en toda regla por el volumen de agua que llevaban.
A la vuelta, sorprendidos por como se había podido construir esa carretera ya que en tramos mirabas de frente y sólo
se veían montañas que te hacían pensar que aquello no tenía salida, en la población de Le Bourg-d'Arud paramos para visitar la cascada de la Pisse, a la que se llega rápido, tras unos 7 u 8 minutos de ascenso y que sorprende por el volumen y la intensidad del agua que vierte por segundo, ubicada dentro de un paisaje boscoso.
Desde el otro lado sube un teleférico hasta la estación de Les Deux Alpes, también famosa por el Tour del 98 en el que Pantani forjó su victoria ante Jan Ullrich.
Hasta allí, en coche, sólo se puede subir por carretera desde la nacional.
De vuelta a la nacional empezamos a atravesar túneles y a ascender, hasta llegar a un pantano en el que pensamos que podíamos comer y recuperar energías.
Allí nos sentamos en un pequeño aparcamiento al pie del embalse, pero empezó a llover y nos fastidió un poco el invento. Desde una vivienda u hotel enfrente una persona nos dijo que porque no subíamos allí para protegernos de la lluvia, un detalle realmente bonito, pero decidimos no aceptar, realmente nos quedaban 4 o 5 minutos y volveríamos a meternos al coche y a seguir carretera adelante.
Dirección a La Grave, donde tampoco paramos y quizás hubiera merecido la pena, nos encontramos a mano izquierda con otra cascada, que al ser difícil de parar y no tener tan buenas vistas desmerecía con respecto a las otras contempladas, aunque el río Romanche al lado mejoraba la cosa.
Seguimos avanzando y ascendiendo ligeramente mientras el día se iba poniendo gris. Acercándonos al Col du Lautaret los paisajes empezaron a embellecerse, con praderas verdes a ambos lados y montañas espectaculares por encima de ellas, contemplando incluso un glaciar al llegar justo al puerto, en el cual viramos a la izquierda para recorrer los 8 kilómetros
que aproximadamente nos separaban de la cima del Galibier, mítico puerto de montaña asociado al Tour.
Lo hicimos a través de verdes praderas y un fuerte desnivel, con un viento que se hacía fuerte y cada vez más nubes.
Dejamos el túnel que a un kilómetro horada la montaña y evita llegar hasta arriba e hicimos cima con apenas 5 grados de temperatura, con multitud de gente parándose allí para fotografiarse con el puerto.
Al otro lado la vertiente más famosa cubierta de niebla, que se disipaba puntualmente para dejar contemplar la parte final de la ascensión.
Pero el frío y la niebla nos hicieron volver al coche y empezar el descenso hacia Briançon ya bastante próximo, no sin antes hacer alguna parada para hacer unas fotos impresionantes de las montañas y el valle que va hacia el pueblo.
Rápidamente al perder altitud desaparecieron las nubes, volvió a salir el sol y subieron las temperaturas.
Al llegar a la primera localidad, Monetier les Bains, el tráfico empezó a ralentizar la marcha. Un poco más adelante empezaba la gran estación de Serre Chevalier, cuyas pistas dan al otro lado de la montaña después de subir por telesillas.
Ya casi llegando a Briançon a mano izquierda estaba la subida al Col du Granon, marcado en la ruta de los Hautes Alpes, departamento en el que ya nos encontrábamos, pero nos quedamos con las ganas de subir a él.
Así que después de un gran atasco de entrada (eran entre las cinco y las seis de la tarde) conseguimos aparcar bastante cerca del hotel, nos registramos, pasamos a la habitación y salimos a completar la jornada.
Antes paramos a coger provisiones, para cenar y comer al día siguiente y nos dirigimos al sur de Briançon.
Con el tiempo de luz que quedaba y la localización de los posibles destinos elegí otra carretera de esas sin salida, muy estrechas y sin aparente atractivo, le había cogido gusto, en este caso para llegar a Dormillouse.
Tras salir de Briançon y descender se entraba en un valle más amplio, con mucha más separación entre las montañas que lo flanqueaban.
Tomamos el desvío y ascendimos rápidamente hasta alcanzar otro valle interior, con camping, torrente, lo habitual vamos.
Ya sin ascender mucho más llegamos a este un pintoresco pueblo donde la carretera se bifurcaba y la que nosotros teníamos que seguir empeoraba y se hacía más estrecha, el mismo guión hasta ahora que en los casos similares.
Aquí las montañas no eran tan altas y había bastante vegetación, en diferencia a las carreteras de Gioberney del día anterior y la de La Berarde de por la mañana.
Tras superar un puente que parecía no iba a aguantar el peso del coche, varios baches y un claro en el que había aparcados una decena de Porsches (estampa francamente curiosa en una carretera poco apta para ellos),
finalmente llegamos al parking final, ya sin asfaltar donde había unos cuantos vehículos y caravanas.
Un circo, ya que estaba rodeado de montañas sin salida por ningún lado por el que descendía un importante torrente, que en teoría era fruto de la fusión de dos gargantas, una con un mínimo salto de agua y la otra con una cascada sencillamente espectacular, ambas allí, sin moverse más de dos minutos del aparcamiento.
Lo que no conseguimos encontrar fue la supuesta población de Dormillouse, la carretera se había acabado y allí no había nada. Luego investigando corroboré que había cuatro casas perdidas más arriba siguiendo la senda a pie de una de las gargantas, una lástima, seguro que habría sido un sitio sorprendente.
El circo de montañas hacía que la luz del sol ya no penetrara prácticamente allí e hiciera algo de fresco, así que nos volvimos rumbo a Briançon.
Al llegar al final de la carretera para incorporarnos a la nacional un cartel me recordó otra supuesta atracción, el Gouffre de Gourfouran y hasta allí nos acercamos ya que estábamos a 5 minutos.
No sabemos lo que sería, lo único que conseguimos ver fue dos paredes rocosas formando un enorme tajo al estilo Ronda, con colores rojizos, pero sin ver nada más, intuyendo que en algún punto debería haber un salto de agua por lo menos.
Había una pequeña senda pero que acababa rápidamente nada más entrar en la garganta, así que eso es todo lo que sabemos.
Ni los carteles explicativos próximos nos arrojaron más luz, así que nos fuimos a un mini lago cercano, con gente nómada circundándolo y con una familia de españoles medio acampados allí, que sin saber que nosotros lo fuéramos dijeron hola y se quedaron sorprendidos por responderles en su idioma en aquel lugar de Francia próximo a Italia.
Seguíamos haciendo incursiones al Parque Nacional des Ecrins, aunque en esta zona tuvimos que dejar varias carreteras sin explorar porque eran demasiadas, creo que acertamos con todas las que elegimos.
Así que volvimos a Briançon y como todavía había luz decidimos subir hasta la parte alta del pueblo, a visitar la zona antigua, patrimonio de la UNESCO por sus numerosos fuertes. A parte del existente en el propio pueblo se podían divisar otros cuatro un poco más arriba en diferentes sitios.
A mi el pueblo me resultaba familiar por haberlo visto varias veces, no sólo en el Tour de Francia, también en el Giro, que dada la proximidad con Italia ha cruzado varias veces la frontera para finalizar aquí.
Bonito sin más, muy empinado, con buenas vistas y un tamaño apropiado para no estar masificado en esa época del año.
Nos dejamos sin visitar el Parque de la Schappe en el propio pueblo y el puente de L'Asfeld, muy cercano, y viéndolo ahora da rabia viendo que estábamos allí.
Otra jornada intensa concluida, así que al hotel, a ducharse, cenar y reponer fuerzas de cara al último día alpino.
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