viernes, 30 de marzo de 2018

Los Chorrerones del Corneja



No sé en que momento me empecé a interesar por el río Corneja y el Valle que forma, sin haber pasado nunca por allí.
El caso es que investigando encontré una entrada propia en Wikipedia y al ver esta parte en el artículo

"Seguidamente transcurre por las inmediaciones de Navacepedilla de Corneja, recogiendo las aguas, por la izquierda, del arroyo del Puerto Chía. Al pasar por el enclave de La Tejera, en el límite de los términos municipales de Navacepedilla de Corneja y Villafranca de la Sierra, recibe las aguas, por la izquierda, del río de la Gargantilla (arroyo Guareña), con sus abruptas cascadas conocidas como Los Chorrerones, procedente de la ladera septentrional de la Sierra de Villafranca"


Decidí seguir investigando

No encontré mucha más información pero ante esta época de lluvias había que ir en busca de esos Chorrerones, así que con una mínima información de alguien creo que procedente de Cataluña que los había visitado nos decidimos mi hermano y yo a ir en su busca.

Era Jueves Santo, y había que elegir un sitio que no estuviera masificado, y yo estaba convencido que allí no nos íbamos a encontrar a nadie (como así resultó ser)

En coche desde Madrid se tarda unas dos horas y media, hay que dirigirse desde Ávila por la N110 dirección El Barco de Ávila y pasado el puerto de Villatoro tomar el desvío hacia Villafranca de la Sierra y Navacepedilla de Corneja. 
Estamos en las inmediaciones de La Serrota que domina el territorio desde sus 2.294 metros de altitud sobre el nivel del mar.
(Muy próximo está el municipio de Bonilla de la Sierra pero lo tuve que dejar para otro día, mi hermano ya lo conocía)


Aunque en principio la carretera no parezca atractiva más adelante se abrirá mostrando un bonito y verdadero valle, con montañas altas a ambos lados, cosa difícil de encontrar.

Pasado Villafranca de la Sierra continuamos por la carretera hasta que a mano izquierda encontramos el Molino del Tío Alberto, donde deberemos dejar aparcado el coche en la explanada que allí hay.

Así que como era una ruta más o menos corta (calculo unos 2 kilómetros de ida y otros 2 de vuelta) nos fuimos a cuerpo.

Desde donde dejamos el coche andamos 100 metros por la carretera y en la siguiente curva a la izquierda sale un camino a la derecha que es donde empieza la ruta.

Hay que seguir el camino, con fuerte pendiente durante un kilómetro más o menos, donde nos encontramos este árbol como cosa más singular.




Debido a la pendiente vamos ganando altura y unas bonitas vistas del siguiente pueblo, Navacepedilla de Corneja y del valle que forma el río coronado por La Serrota y los picos colindantes.




Además desde relativamente pronto se puede divisar a lo lejos la ubicación de los Chorrerones.




Avanzamos hasta que el camino gira en una curva cerrada con pendiente a la derecha y a mano izquierda sale otra pista que inicialmente lo hace en ligero descenso.




Desde aquí el camino tiene ligeras dificultades, solventables para cualquier aficionado a la montaña. Zonas inundadas de agua, dos o tres pasos de zarzas que cubren todo el camino y zonas invadidas por jaras, pero se pueden pasar con el único hándicap de llevarte algún arañazo en la ropa o en alguna mano.

Al acercarnos ya se puede comprobar que al menos hay tres tramos de cascada.




El camino sigue y es más o menos visible hasta que estás en paralelo a la cascada, momento en el cual hay que tirar un poco de intención y buscar las zonas más seguras para acercarse, ya que por ejemplo en nuestro caso había acumulaciones de nieve y las piedras estaban muy húmedas, así que con cuidado, pero se puede llegar a todos los puntos, al tramo algo de la cascada, al tramo medio donde se puede cruzar incluso a la otra orilla, y al tramo bajo y más espectacular de la cascada, con una caída de más de 10 metros.



Primer tramo de cascada (parte alta)




Segundo tramo de cascada (parte media)




Tercer tramo de cascada (parte baja)





Ya de vuelta, el día se había aclarado y la panorámica del Valle del Corneja y sus montañas era todavía más bonita




Nos habíamos comido casi todo el tiempo del que disponíamos, ya que a las cuatro teníamos que estar en Madrid, así que un trote cuesta abajo hasta el inicio de la ruta.


La lástima fue no tener más tiempo porque desde aquí remontamos el valle primero hasta Navacepedilla de Corneja, lo que es el curso medio del río y hasta la pedanía de Garganta de los Hornos, pero no pudimos casi ni investigar el terreno por falta de tiempo.

Pero más sorprendente fue cuando seguimos ascendiendo dirección hacia el puerto de Chía, como una bonita cascada nos acompañaba paralela a la carretera, y más arriba todo ese agua seguía discurriendo con menos pendiente en un bonito paseo fluvial que era muy fácil de recorrer, así que otro día habrá que intentarlo con un menú que incluya la ascensión a algún pico colindante.





Coronamos el puerto y descendimos muy ligeramente hasta la increíble altiplanicie donde se asienta San Martín de la Vega del Alberche, a unos 1500 metros de altitud, en una zona que mirando en el mapa parecería inhóspita pero que era bastante agradable.
Recorrimos el resto de ese valle, bordeando la Serrota que estaba dominante con un blanco inmaculado en su cima.




Hasta llegar a la nacional que une Ávila con Arenas de San Pedro y Talavera, donde unos kilómetros más adelante paramos en el Puerto de Menga a comer, con sus míticas dos fuentes, una a cada lado de la carretera que nuestro abuelo nos descubrió hace más de 30 años.

Desde aquí, pasando al lado de otras zonas que tengo ganas de visitar como el castillo de Aunqueospese y el Castro Celta de Ulaca, ambos a los pies del pico Zapatero tuvimos que poner rumbo a Madrid y dar por concluida otra apasionante ruta.




viernes, 9 de marzo de 2018

Cascadas Valle del Jerte



Aprovechando el segundo día libre, entre semana, y la época de lluvias me lancé a conocer una zona, que sin estar muy lejos aparentemente de Madrid (al final se tarda mucho en llegar) no conocía.

Sé que no estoy descubriendo nada y que ya hay bastantes entradas en internet sobre estas rutas, a los cuales doy las gracias por darlas a conocer, pero cuanto más se difunda más podrá enterarse la gente de lo que para mí es una maravilla de la naturaleza.

El destino era el valle del Jerte, y el plato fuerte el barranco de Nogaledas, pero para abrir boca haríamos otro par de paradas previas.

Saliendo de Madrid por la carretera de Plasencia (la de los pantanos) que está al lado de mi casa fuimos acompañados de un tiempo lluvioso, transitando todo el valle del Tiétar, que estaba más verde que nunca, hasta llegar a Candeleda, uno de los pocos reductos de la provincia de Ávila que no conozco, donde hicimos una rápida parada para tomar un café y echar gasolina.

Enseguida entramos en la provincia de Cáceres por la comarca de la Vera, a la que otro día espero dedicar una ruta para visitar sus pueblos. Mientras, sólo pude observarlos mientras conducía, a los pies de la cara sur de Gredos, no pensaba que estuvieran tan pegando a la montaña, con numerosas gargantas bajando de las montañas, con pueblos muy cuidados, como los jardines de Losar, el castillo de Jarandilla de la Vera, o el monasterio de Yuste, en la localidad de Cuacos de Yuste, donde nos desviamos dirección Garganta de la Olla.

Aquí tenía pinta de haber una garganta bajando de la montaña con un buen torrente de agua y se divisaba una cascada a lo lejos, no sé exactamente a que distancia, pero como no estaba en el plan y la mañana iba avanzando se quedó en el tintero para otro día.

En Garganta de la Olla tomamos la carretera que a través del puerto del Piornal nos iba a permitir acceder al otro valle, el del Jerte.
Por una carretera mala por momentos, y con algún susto del coche, fuimos recorriendo un bonito paraje, sin dejar de caer agua continuamente por la falda de la montaña y con nieve ya en la parte alta, sin toparnos prácticamente con nadie en toda la carretera.





Ya en el descenso teníamos nuestras primeras paradas. Con el día más claro y agradable desde que entramos en Cáceres, pasamos por el pueblo de Piornal, el de mayor altitud de toda la provincia y tras descender unos kilómetros, en una curva cerrada a la izquierda sale un camino a la derecha con un cartel pequeño, hay que ir muy despacito para verlo, que pone Cascada del Calderón. Dejamos el coche unos 100 metros más alante en un pequeño saliente de la carretera y nos fuimos a por ella. Había que recorrer apenas un kilómetro.

Esta cascada la había descubierto la noche anterior a última hora buceando por internet y no parecía tener mucho desnivel ni ser muy espectacular ... pero cuando llegamos allí, era todo lo contrario, un torrente de agua extremo y una buena pendiente que formaban un salto de agua espectacular.





El siguiente salto de agua lo formaba la misma garganta un poco más abajo, en la llamada cascada del Caozo. Bajando con el coche, en la siguiente curva cerrada a la izquierda sale una carretera asfaltada a mano derecha sin indicar, pero que es la única que veremos antes de llegar a la población de Valdastillas, así que no tiene perdida.
Quizás un día de diario sea complicado porque hay muy pocas plazas de aparcamiento, pero al ser día de diario sólo nos topamos con un matrimonio que se iban en ese momento, así que quedó la cascada para nosotros solos.

Más vertical la caída de agua que en la anterior, y por tanto con más violencia, aunque me gustaba más donde estaba enclavada la primera.
Con una pasarela para situarte al lado de la cascada, que a algunos les puede disgustar y a otros no, pero el caso es que con la cantidad y violencia del agua, todo alrededor estaba empapado y las rocas resbaladizas, y quizás en este caso si que nos vino bien para podernos acercar tanto a la cascada.




La verdad, que difícilmente se podrá disfrutar estas dos cascadas con tanto agua como lo hicimos nosotros, hemos sido unos privilegiados.

Al coche y hacia el cercano pueblo de Navaconcejo, donde estaba el plato fuerte del día que mi hermano no se esperaba fuera tan contundente. En el sentido que llevábamos, hay que atravesar el pueblo de Navaconcejo dirección Jerte, y casi al final del mismo hay que cruzar un puente encima del río y ya se empiezan a ver los carteles indicativos de la ruta.

Seguimos las flechas de parking que nos dejan al lado del río Jerte, que baja con un caudal de agua espectacular, parecía un río de los Alpes franceses.
Momento que, al filo de las tres de la tarde, aprovechamos para comer un buen bocata para coger energías de cara a la ruta.




En ese momento volvió a llover y tras comernos el bocata pasado por agua nos entraron dudas de si empezar la ruta o esperar un poco a que remitiera.
Decidimos seguir adelante, bordeando el río hasta el punto en que se le incorpora el agua procedente del barranco de las Nogaledas, donde comienza la ruta, la cual discurre por el lado derecho de la garganta según ascendemos.

La ruta en si, es difícil de detallarla mucho ya que es una sucesión de cascadas, unas más grandes y otras menores pero relativamente parecidas, durante unos dos kilómetros en los que ganamos una altura considerable.
La primera de las grandes, 5 diría yo, nos la encontramos enseguida, y desde entonces con un sendero perfectamente acondicionado para todo el mundo, con barandillas de madera durante muchos tramos y con muchos escalones de piedra para facilitarlo, podéis ir haciendo todas las paradas que os plazcan porque merece la pena.
















Según se asciende se van viendo en la ladera un montón de bancales con cerezos, pero si se mira a la otra ladera del valle a lo lejos es más soprendente la altura que alcanzan esas plantaciones. No me quiero imaginar lo bonito que tiene que ser realizar esta ruta con el mismo agua que traía y además con los árboles florecidos.






Pasada la mitad de la ruta llegamos a una carretera con un plano detallado de lo que queda y una ruta alternativa de bajada por el otro lado.

Además del impresionante torrente de agua, los numerosos saltos o cascadas, también hay que destacar la cantidad de musgo reinante y la vegetación que en algunos momentos forman algún bonito paisaje adicional.










La última de las cascadas yo creo que resultó ser la más espectacular, por la violencia con la que caía allí el agua, ya que parecía la más vertical.
En ella han instalado una plataforma para cruzar y para contemplar también la pasarela de frente.
Difícil tomar fotos sin que se empape el objetivo de la cámara con la violencia del agua y las gotas que salpicaban un montón de metros a la redonda.






Desde allí todavía se podía ascender un poco más para contemplar la parte alta de esta última cascada, punto en el cual ya desaparece la ruta, y se queda uno con las ganas de saber que hay todavía más arriba.




En esos momentos estaba cayendo la niebla de manera amenazante, aunque habíamos podido disfrutar de toda la ruta sin ningún problema, ya que dejó de llover al poco de empezar.
Decidimos volver por el otro lado de la garganta, por un camino que no va pegado a la misma.

Al poco de empezar ese descenso, salió un poco el sol y varios arco iris pusieron la guinda a la espectacular jornada que habíamos vivido, otra estampa digna de contemplar de la que fuimos privilegiados.






Hicimos ya el descenso tranquilamente entre bancales de cerezos, también con algunos limoneros y naranjos que estaban hasta arriba de frutas.
Poco a poco íbamos descendiendo, en todo momento con bonitas vistas del pueblo y del valle desde la altura.
En un momento la ruta se acerca un poco a la garganta y se pueden observar simultáneamente varios tramos y varios saltos de agua de la garganta.








Y la ruta llegó a su fin.

Fuimos a tomar algo a un bar para dejar algo en el pueblo por disfrutar de semejante maravilla, aunque no parecía tener mucha oferta en cuanto a bares o sitios para comer.
Y vuelta a Madrid remontando el valle del Jerte, atravesando las últimas estribaciones de la sierra de Gredos por el puerto de Tornavacas, cruzando El Barco de Ávila, Piedrahíta, zona por la que espero ir pronto, Ávila ciudad y hasta Madrid.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Hoz del río Dulce - Cascada del Gollorio - Pelegrina (Guadalajara)


Aprovechando un día libre de diario y las numerosas lluvias acaecidas en los últimos días fui en busca de alguna cascada. Igual que en EEUU hay cazadores de tornados se puede decir que a veces mi hermano y yo nos convertimos en cazadores de cascadas.

Esta la tenía apuntada desde hace tiempo, ya que no está muy lejos de Madrid y se puede hacer en una mañana que es el tiempo que disponíamos.

La ruta se localiza en la pedanía de Pelegrina, en Guadalajara, pueblo muy próximo a Sigüenza y del que recuerdo haber estado hace 25 años en mi viaje de fin de curso de la EGB

Tras llegar al pueblo con unas condiciones complicadas, frío, lluvia y viento, aparcamos el coche a la entrada. No vimos a nadie en todo el trayecto ni en el pueblo, una gran ventaja de poder salir a hacer una ruta de senderismo un día de diario.

Nada más aparcar y entrar en el pueblo sale a la izquierda el camino de la ruta que discurre por la hoz del río Dulce. Bajamos por una pista asfaltada hasta encontrarnos al ras del río que viene con bastante agua.




Enseguida formaciones rocosas curiosas y erosionadas a ambos lados nos van encajonando. Discurrimos dejando el río a nuestra derecha hasta que encontramos un pequeño puente de madera que tenemos que cruzar para seguir por el otro lado.




En el otro margen dejamos una caseta que utilizaba el gran naturalista Félix Rodríguez de la Fuente como sitio para guardar utensilios para la filmación de sus documentales, ya que utilizó esta zona con frecuencia, y una vez hecha la ruta se entiende por qué.

Ya al otro lado del río, seguimos el color azul de nuestra ruta hasta que en un punto encontramos un panel informativo y una bifurcación. En ese momento podemos elegir seguir al margen del río para llegar al pie de la cascada o empezar a ascender para llegar a la parte alta.

Nosotros decidimos de primeras seguir bordeando el río. El camino está muy bien delimitado, y salvo alguna zarza más crecida que nos pueda obligar a encorvarnos y el numeroso barro acumulado por las lluvias no tiene ninguna dificultad.



Ya estando próximos a la cascada, hay que tener cuidado porque el camino se hace menos visible, pero llega un momento que no podemos seguir bordeando el río, no os empeñéis en trepar un par de piedras, porque al menos cuando fuimos estaban resbaladizas y peligrosas. Hay que girar un poco a la derecha, aunque no se vea bien el camino y ganar un poco de altura, para luego volver hacia el cauce del río, hasta que encontramos un camino que baja nuevamente hasta el río ya casi encima de la cascada.

Bajamos, pero no nos fue posible llegar hasta el pie de la cascada. El volumen de agua que brota de ella, hace que abajo esté todo prácticamente anegado y no se pueda acceder a la misma, a no ser que uno quiera ir avanzando con el agua hasta las rodillas.




Así que visto lo visto, volvimos a trepar un poco y llegamos hasta un saliente de piedra, parecido a un púlpito en el que contemplas la cascada cara a cara, con un torrente de agua espectacular.



Momento para reponer fuerzas y quedarse boquiabierto ante el paraje, en un pueblo semi abandonado, sin una persona alrededor.

Teníamos curiosidad por llegar a la parte de arriba, pero además de que hacerlo deshaciendo el camino hecho hasta ese momento iba a ser largo y quizás complejo, decidimos explorar un poco más arriba en el anfiteatro que forma la hoz en la zona de la cascada, y aunque parecía complejo, al final encontramos lo que me había parecido leer en la descripción de algún compañero al que agradecer los detalles, una cadena anclada en la piedra para salvar un pequeño trozo vertical, de unos dos o tres metros, para llegar a la parte de arriba del anfiteatro y a la ruta que dejamos más atrás cuando se bifurcó.




Nos acercamos al sitio justo en el que el río se precipita por la cascada, que sorprende por lo estrecho que se hace. Dejamos sin visitar el segundo mirador en el margen derecho de la cascada y nos paramos en el otro que ya está en el camino de vuelta, que hicimos por la parte de arriba.



Desde allí se puede ver todo, el río antes de caer por la cascada, la cascada, toda la hoz, el anfiteatro y a lo lejos el mirador creado con el nombre de Félix Rodríguez de la Fuente.




Volvimos por la parte alta de la ruta, un camino muy sencillo, bien marcado que puede hacer cualquier persona yendo tranquilamente, ya que de subida tiene desnivel y volvimos a Pelegrina sin más paradas ya.

Desde allí nos acercamos al mirador que está 1 kilómetro más allá desde donde también se ve la hoz y la cascada de frente, un bonito mirador.




Para completar la media jornada nos acercamos a Sigüenza, para dar un paseo rápido y ver su castillo, su catedral y sus calles, ya que hacía muchos años que no estaba, y reponer fuerzas en forma de alimentación antes de regresar a Madrid con una gran sensación de alegría por la mañana disfrutada.