sábado, 25 de febrero de 2017
Burgos en 5 días - Día 4
El cuarto día debería llevarnos a recorrer toda la zona noroeste de la provincia.
Como el desayuno era un poco más tarde que los otros días salimos un poco más tarde.
Esta vez no nos acompañaba la molesta niebla de días anteriores.
Pusimos rumbo norte e hicimos dos breves paradas próximas a Burgos, la primera en Vivar del Cid, para rendir homenaje el héroe que allí nació, y la segunda en Sotopalacios para observar un castillo de no mucha calidad. Podíamos calificarlos de "Stop and Go", ya que apenas bajamos del coche para hacer dos fotos y continuamos.
Tomamos ahora rumbo hacia Poza de la Sal, localidad de nacimiento de otro héroe burgalés, Félix Rodríguez de la Fuente. Llegamos al Páramo de Masa y giramos a la derecha para dirigirnos al pueblo. Alcanzamos el Mirador de la Bureba en la zona del Altotero e iniciamos el descenso hacia el pueblo por una carretera con mucho encanto.
Antes de llegar nos topamos con las ruinas de su castillo, donde hicimos una mínima parada.
Ya en el pueblo buscamos la Plaza Mayor para tomar allí un café matinal. Próxima a ella estaban la mayoría de cosas que ver, el Ayuntamiento, la Iglesia, restos de Murallas y un Arco de acceso. Pero las propias calles, algunas empinadas y las casas tenían también su encanto. Al otro lado de la carretera una gran fuente, con un mini acueducto y una estatua en homenaje a Félix Rodríguez de la Fuente, que hizo el escultor Juan Villa, colaborador de Iker Jiménez en Cuarto Milenio, y que se donó al pueblo. Al principio se colocó arriba en el Mirador de la Bureba pero se ha bajado al pueblo por las condiciones meteorológicas y su posible deterioro.
De vuelta al coche regresamos por donde habíamos venido, subiendo el Altotero y atravesando el Páramo de Masa, rumbo precisamente a la localidad que le da nombre. Tras atravesarla, estábamos cerca de Cantabria, tomamos dirección al Valle de Sedano. Allí en la localidad que le da nombre admiramos una bonita cascada en la cabecera del pueblo y contemplamos la belleza y la paz del lugar, con una bonita iglesia también dominando el pueblo en el otro extremo.
El siguiente destino era el misterioso pueblo de Orbaneja del Castillo. Es un lugar de los que hay que visitar una vez en la vida y posiblemente uno de los más bonitos de España. Justo en el límite con la provincia de Cantabria, justo al pie de la carretera te topas con su impresionante cascada que vierte sus aguas al río Duero. Es espectacular contemplar el descenso del agua. La carretera se convierte en un reguero de gente para contemplarla y fotografiarse en ella. Algo vale que no tiene mucho tráfico porque si no se producirían atascos.
Pero no sólo es eso, subes por la escalera lateral a la cascada para llegar al pueblo y ves que el agua sale de una cueva más arriba. Además el pueblo está en un anfiteatro rodeado por rocas por todas partes, algunas de ellas supongo que las habrá moldeado el Ebro con el paso de los años. Las vistas desde la parte alta del pueblo también son dignas de ver. De lo mejor de todo el viaje.
Tras repostar gasolina nos dirigimos al otro lado de la nacional para alcanzar Pesquera de Ebro. Tras ascender un puerto y luego descender, ya se intuían los cañones por los que discurre el río y que son los que le dan toda la belleza a la zona. Antes de llegar al pueblo está el mirador. La lástima es que no tiene una zona acondicionada para aparcar el coche y además la carretera es muy estrecha, aunque tenga muy poco tráfico. Así que me quedé en el coche mientras que mi madre y mi hermano fueron a contemplar el espectáculo.
Luego llegamos al pueblo, el cual no tiene mucho, ni siquiera casi habitantes. Es una zona bastante inhóspita e incomunicada. El único bar existente, que debe tener buen negocio, nos sirvió para comer. Como había muchos destinos pendientes y había que subir más hacia el norte para luego volver a Burgos decidimos esta vez comer un bocadillo que sería más rápido.
Así que después de comerlo y dar un paseo por el minúsculo pueblo para ver sus casas y su puente sobre el Ebro cogimos una carretera que iba bordeando unos 8 o 10 kilómetros junto al Ebro y que desembocaba en el fondo del desfiladero rodeado de montañas y sin salida.
Deshicimos el camino y pusimos rumbo hacia la comarca de las Merindades. Después de atravesar un puerto de montaña con alguna aldea deshabitada alcanzamos la nacional a la altura del Puerto de la Mazorra, cuyo descenso nos acercó a un bonito valle, del que salimos por un desfiladero rumbo hacia Villarcayo, otra vez cruzándonos con el Ebro.
Villarcayo no tenía nada de ver, pero mi madre tenía que hacerse alguna foto allí ya que tiene conocidas de ese pueblo, y además no sirvió para tomar un café.
Así que desde ahí pusimos rumbo hacia el punto más septentrional del día, que debía ser el complejo kárstico de Ojo Guareña. Otro sitio que conocía de años atrás gracias a la Vuelta a Burgos.
El caso es que no logré apreciar en el trayecto el paisaje que observé aquella vez. No obstante llegamos a la zona más significativa, que es la ermita construida literalmente en la roca, la lástima es que la cueva adyacente estuviera cerrada y no se pudiera visitar.
En el descenso una breve senda te acercaba al lugar donde las piedras se tragan el río, que posiblemente se pueda ver en el interior de la cueva y que saldrá a la superficie algún kilómetro más adelante. Un fenómeno realmente curioso.
Hacia ya rato que se sentía el influjo vasco en las zonas que transitábamos. Aunque originalmente estaba en el planning no tenía pensado de que lo visitáramos dada su latitud y lo apretado del día, pero al no perder prácticamente nada de tiempo en Ojo Guareña y al estar muy próximos, nos acercamos hasta Espinosa de los Monteros, muy cerca de Cantabria y también cerca del País Vasco lo cual se notaba mucho.
Hacía fresco y amenazaba lluvia así que hicimos dos paradas rápidas y por lo que he visto después no le sacamos todo el provecho que debimos, quedándose sin ver el Palacio de los Fernández-Villa y sobre todo la Torre de los Monteros y su puerta, además que la plaza estaba llena de coches quitándole vistosidad al Palacio de Chiloeches, quizás su monumento más representativo.
Con las pilas un poco gastadas ya pusimos rumbo al último destino del día, Medina de Pomar. Un pueblo que nos sorprendió muy gratamente a pesar de que parecía que queríamos verlo rápido para volver a Burgos ya. Desde donde aparcamos junto a la carretera, subimos por la Calle Mayor. Nos topamos con lo que parecía en principio el Castillo, pero en realidad este estaba por la parte de atrás de esta primera fortificación, y era colosal. Unas dimensiones enormes que me dejaron boquiabierto. Y por si no fuera suficiente una bonita iglesia y una no menos bonita Plaza del Ayuntamiento.
Así que descendimos por la misma Calle Mayor, haciendo una parada para tomar un caldo/descafeinado y calentar el cuerpo y descansar para afrontar la Vuelta a Burgos, que todavía estábamos lejos, era de noche y se notaba el cansancio, no sólo de día, si no de los tres días anteriores también.
Volvimos ascendiendo desde el valle el Puerto de la Mazorra, para alcanzar nuevamente la meseta y el Páramo de Masa y entrar en Burgos por la misma zona que salimos a primera hora de la mañana.
Tras llegar nos fuimos a cenar algo, y en la Plaza Mayor de Burgos entramos en un local que resultó estar invadido en la parte de arriba (en la que cenamos) por personas mayores, la mayoría señoras y la mayoría jugando a la brisca, armando gran alboroto. Finalmente nos dejaron prácticamente solos para acabar de cenar tranquilamente. Dimos un paseo para bajar un poco la cena y regresamos al hotel para poner fin a la cuarta jornada y tomar nuestro merecido descanso.
Vivar del Cid
Sotopalacios
Poza de la Sal
Páramo de Masa
Sedano
Orbaneja del Castillo
Pesquera de Ebro
Villarcayo
Ojo Guareña
Espinosa de los Monteros
Medina de Pomar
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