martes, 28 de febrero de 2017
Burgos en 5 días - Día 5
Para el último día, pensando ya en el cansancio acumulado, había dejado la parte más tranquila y menos extensa del viaje, visitar la capital por la mañana y algunos monumentos o pueblos cercanos antes de emprender viaje de vuelta a Madrid.
Así que después de desayunar y pasar por tres iglesias muy próximas al hotel, accedimos por la Puerta Real a la Plaza de la Catedral. Ya la teníamos más que vista de noche, muy bien iluminada, pero estando al lado había que empezar el recorrido por allí.
Desde allí trepamos hasta el castillo y sus alrededores desde donde se contemplaba toda la ciudad con la catedral en primer plano, porque realmente el castillo en si no vale mucho.
Con el mapa en la mano descendimos para salir por el arco de acceso, parte de la antigua muralla, para llegar a la zona más alejada del casco antiguo donde había un par de iglesias y otro edificio interesante.
Desde allí camino de vuelta, pasando por esculturas, que había unas cuantas, bordeando el río y pasando frente a algún edificio más interesante, pero bueno, aunque fuera de noche realmente ya lo habíamos visto prácticamente todo.
Dentro de la ciudad todavía nos quedaba acudir al Monasterio de las Huelgas, pero primero visitaríamos otras dos edificaciones religiosas.
Descartado el yacimiento de Atapuerca, nos acercamos hasta el Monasterio de San Pedro de Cardeña, a unos 15 kilómetros de Burgos.
El edificio destaca por sus enormes proporciones y su tranquilo y aislado emplazamiento, aunque desde fuera no se pudiera apreciar bien y cuando llegamos todavía no estaba abierto al público. Desechamos la exhaustiva visita por el tiempo que nos iba a llevar y lo que nos podría alterar el plan establecido.
Así que desde ahí nos dirigimos a la cercana Cartuja de Miraflores. Un bonito edificio por fuera y que esta vez si que visitamos por dentro. Sólo cobraban la voluntad por entrar y aunque la estancia era relativamente rápida de ver, fue digno de acceder y por lo menos cubrimos con ello la no visita de San Pedro de Cardeña.
Con una bonita Custodia y la tumba de dos Reyes junto a ella, también poseía una exposición con alguna pintura interesante.
Desde allí retornamos por última vez a Burgos para visitar el Monasterio de las Huelgas, ya que nos pillaba en dirección Oeste, hacia donde luego nos tendríamos que dirigir. Era domingo y había gente. Fuimos a acceder, a pesar de que los 6 euros parecían excesivos, pero la media hora restante hasta el siguiente pase y la hora que duraba la visita nos hicieron declinar la entrada. Al fin y al cabo es más fácil volver a Burgos que no a alguno de los pueblos o rincones desperdigados por su provincia.
Realmente el aspecto del Monasterio era atrayente por fuera y seguramente hubiera sido fantástica su visita por dentro pero quedará para otra ocasión.
Así que cogimos la autovía que lleva a León rumbo a Sasamón. Al lado derecho de la autovía y a tan solo un kilómetro se divisaba la estampa del pueblo, con su imponente iglesia en lo alto. Con un par de ermitas nada destacables nos dirigimos hacia la iglesia. Allí se situaba además la Plaza del Ayuntamiento con una bonita fuente en su centro.
Con un fuerte aire desagradable contemplamos aquel bonito rincón y su iglesia.
Después de ello bajamos en busca de un puente no románico si no romano que se hallaba en sus proximidades.
Avistamos el arco en ruinas, portada de una antigua iglesia y próxima el citado puente, en bastante mal estado, pero al fin y al cabo un vestigio de aquella época.
Muy próximo a Sasamón, pero al otro lado de la autovía, estaba la localidad de Olmillos de Sasamón, donde había que contemplar su Castillo, muy bien conservado, pero hasta el punto de llegar a parecer un castillo moderno. Al fin y al cabo había pasado a ser algo privado y ni se podía visitar. Poco más había que ver allí, así que tras comprar unos Quesos de Sasamón que hacía tiempo tenía ganas de probar y un intento fallido por comer nos fuimos.
Como el intento de comer había sido fallido, recuperó parte en el planning del día Melgar de Fernamental, ya que en principio al ser más grande parecía garantizar sin problemas el comer.
Así que hasta allí nos dirigimos, ya al borde del Pisuerga y de la provincia de Palencia.
Nos dirigimos directamente a comer en un restaurante que tenía varios carteles anunciándose desde calles adyacentes y tuvimos suerte.
Resultó ser un comedor super acogedor, apartado del bar en sí, donde pese a ser domingo comimos prácticamente a la carta, ya que había mucha variedad y lo hicimos por 15 euros, con postre y café incluidos.
Bastante hinchados por la comida dimos un rápido paseo por el pueblo visitando sus dos iglesias y declinamos acercarnos a un puente que había sobre el río ya que empezaba a ser tarde y todavía quedaba un sitio por visitar.
Yendo hacia Melgar habíamos pasado por la localidad de Villasandino, donde habíamos dejado un puente interesante, y los puentes no se perdonan.
Así que rumbo a Castrojeriz paramos allí y contemplamos el puente junto a la iglesia en un pueblo chulo pero prácticamente deshabitado.
Ya solo quedaba Castrojeriz para dar por finalizado el viaje como tal. Llegamos rápidamente y dejamos el coche en una calle estrecha en el centro, junto a la iglesia. Recorrimos dicha calle hasta el final, pasando por la plaza del Ayuntamiento y llegando a un balcón desde el que contemplar el pueblo y más allá. Con el castillo en ruinas en lo alto volvimos paseando por una calle más abajo topándonos con varios alojamientos para peregrinos del Camino de Santiago y varios bares para comer. El pueblo tenía más vida de lo que parecía.
Pero yo tenía grabada una imagen del paso del pelotón de la Vuelta a Burgos por Castrojeriz, los arcos de una especie de iglesia por debajo de los cuales pasaba la carretera. Tras buscar por internet y descubrir que había tres conventos en un radio de tres kilómetros, comprobé que el que quería visitar era el de San Antón.
Así que recorrimos esos tres kilómetros y llegamos al lugar, el convento está bastante ruinoso, pero no deja de ser interesante de apreciar.
Así que ese sí era ya el punto final de visita de la provincia. Deshicimos los tres kilómetros hasta Castrojeriz y fuimos empalmando carreteras hasta alcanzar la autovía en la localidad de Lerma, dejando a nuestro paso un puente interesante en la localidad de Tordómar, y ya desde aquí por la A-1, previo gran atasco en la provincia de Madrid, hasta llegar a casa.
Burgos
Monasterio de San Pedro de Cardeña
Cartuja de Miraflores
Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas
Sasamón
Olmillos de Sasamón
Melgar de Fernamental
Castrojeriz
sábado, 25 de febrero de 2017
Burgos en 5 días - Día 4
El cuarto día debería llevarnos a recorrer toda la zona noroeste de la provincia.
Como el desayuno era un poco más tarde que los otros días salimos un poco más tarde.
Esta vez no nos acompañaba la molesta niebla de días anteriores.
Pusimos rumbo norte e hicimos dos breves paradas próximas a Burgos, la primera en Vivar del Cid, para rendir homenaje el héroe que allí nació, y la segunda en Sotopalacios para observar un castillo de no mucha calidad. Podíamos calificarlos de "Stop and Go", ya que apenas bajamos del coche para hacer dos fotos y continuamos.
Tomamos ahora rumbo hacia Poza de la Sal, localidad de nacimiento de otro héroe burgalés, Félix Rodríguez de la Fuente. Llegamos al Páramo de Masa y giramos a la derecha para dirigirnos al pueblo. Alcanzamos el Mirador de la Bureba en la zona del Altotero e iniciamos el descenso hacia el pueblo por una carretera con mucho encanto.
Antes de llegar nos topamos con las ruinas de su castillo, donde hicimos una mínima parada.
Ya en el pueblo buscamos la Plaza Mayor para tomar allí un café matinal. Próxima a ella estaban la mayoría de cosas que ver, el Ayuntamiento, la Iglesia, restos de Murallas y un Arco de acceso. Pero las propias calles, algunas empinadas y las casas tenían también su encanto. Al otro lado de la carretera una gran fuente, con un mini acueducto y una estatua en homenaje a Félix Rodríguez de la Fuente, que hizo el escultor Juan Villa, colaborador de Iker Jiménez en Cuarto Milenio, y que se donó al pueblo. Al principio se colocó arriba en el Mirador de la Bureba pero se ha bajado al pueblo por las condiciones meteorológicas y su posible deterioro.
De vuelta al coche regresamos por donde habíamos venido, subiendo el Altotero y atravesando el Páramo de Masa, rumbo precisamente a la localidad que le da nombre. Tras atravesarla, estábamos cerca de Cantabria, tomamos dirección al Valle de Sedano. Allí en la localidad que le da nombre admiramos una bonita cascada en la cabecera del pueblo y contemplamos la belleza y la paz del lugar, con una bonita iglesia también dominando el pueblo en el otro extremo.
El siguiente destino era el misterioso pueblo de Orbaneja del Castillo. Es un lugar de los que hay que visitar una vez en la vida y posiblemente uno de los más bonitos de España. Justo en el límite con la provincia de Cantabria, justo al pie de la carretera te topas con su impresionante cascada que vierte sus aguas al río Duero. Es espectacular contemplar el descenso del agua. La carretera se convierte en un reguero de gente para contemplarla y fotografiarse en ella. Algo vale que no tiene mucho tráfico porque si no se producirían atascos.
Pero no sólo es eso, subes por la escalera lateral a la cascada para llegar al pueblo y ves que el agua sale de una cueva más arriba. Además el pueblo está en un anfiteatro rodeado por rocas por todas partes, algunas de ellas supongo que las habrá moldeado el Ebro con el paso de los años. Las vistas desde la parte alta del pueblo también son dignas de ver. De lo mejor de todo el viaje.
Tras repostar gasolina nos dirigimos al otro lado de la nacional para alcanzar Pesquera de Ebro. Tras ascender un puerto y luego descender, ya se intuían los cañones por los que discurre el río y que son los que le dan toda la belleza a la zona. Antes de llegar al pueblo está el mirador. La lástima es que no tiene una zona acondicionada para aparcar el coche y además la carretera es muy estrecha, aunque tenga muy poco tráfico. Así que me quedé en el coche mientras que mi madre y mi hermano fueron a contemplar el espectáculo.
Luego llegamos al pueblo, el cual no tiene mucho, ni siquiera casi habitantes. Es una zona bastante inhóspita e incomunicada. El único bar existente, que debe tener buen negocio, nos sirvió para comer. Como había muchos destinos pendientes y había que subir más hacia el norte para luego volver a Burgos decidimos esta vez comer un bocadillo que sería más rápido.
Así que después de comerlo y dar un paseo por el minúsculo pueblo para ver sus casas y su puente sobre el Ebro cogimos una carretera que iba bordeando unos 8 o 10 kilómetros junto al Ebro y que desembocaba en el fondo del desfiladero rodeado de montañas y sin salida.
Deshicimos el camino y pusimos rumbo hacia la comarca de las Merindades. Después de atravesar un puerto de montaña con alguna aldea deshabitada alcanzamos la nacional a la altura del Puerto de la Mazorra, cuyo descenso nos acercó a un bonito valle, del que salimos por un desfiladero rumbo hacia Villarcayo, otra vez cruzándonos con el Ebro.
Villarcayo no tenía nada de ver, pero mi madre tenía que hacerse alguna foto allí ya que tiene conocidas de ese pueblo, y además no sirvió para tomar un café.
Así que desde ahí pusimos rumbo hacia el punto más septentrional del día, que debía ser el complejo kárstico de Ojo Guareña. Otro sitio que conocía de años atrás gracias a la Vuelta a Burgos.
El caso es que no logré apreciar en el trayecto el paisaje que observé aquella vez. No obstante llegamos a la zona más significativa, que es la ermita construida literalmente en la roca, la lástima es que la cueva adyacente estuviera cerrada y no se pudiera visitar.
En el descenso una breve senda te acercaba al lugar donde las piedras se tragan el río, que posiblemente se pueda ver en el interior de la cueva y que saldrá a la superficie algún kilómetro más adelante. Un fenómeno realmente curioso.
Hacia ya rato que se sentía el influjo vasco en las zonas que transitábamos. Aunque originalmente estaba en el planning no tenía pensado de que lo visitáramos dada su latitud y lo apretado del día, pero al no perder prácticamente nada de tiempo en Ojo Guareña y al estar muy próximos, nos acercamos hasta Espinosa de los Monteros, muy cerca de Cantabria y también cerca del País Vasco lo cual se notaba mucho.
Hacía fresco y amenazaba lluvia así que hicimos dos paradas rápidas y por lo que he visto después no le sacamos todo el provecho que debimos, quedándose sin ver el Palacio de los Fernández-Villa y sobre todo la Torre de los Monteros y su puerta, además que la plaza estaba llena de coches quitándole vistosidad al Palacio de Chiloeches, quizás su monumento más representativo.
Con las pilas un poco gastadas ya pusimos rumbo al último destino del día, Medina de Pomar. Un pueblo que nos sorprendió muy gratamente a pesar de que parecía que queríamos verlo rápido para volver a Burgos ya. Desde donde aparcamos junto a la carretera, subimos por la Calle Mayor. Nos topamos con lo que parecía en principio el Castillo, pero en realidad este estaba por la parte de atrás de esta primera fortificación, y era colosal. Unas dimensiones enormes que me dejaron boquiabierto. Y por si no fuera suficiente una bonita iglesia y una no menos bonita Plaza del Ayuntamiento.
Así que descendimos por la misma Calle Mayor, haciendo una parada para tomar un caldo/descafeinado y calentar el cuerpo y descansar para afrontar la Vuelta a Burgos, que todavía estábamos lejos, era de noche y se notaba el cansancio, no sólo de día, si no de los tres días anteriores también.
Volvimos ascendiendo desde el valle el Puerto de la Mazorra, para alcanzar nuevamente la meseta y el Páramo de Masa y entrar en Burgos por la misma zona que salimos a primera hora de la mañana.
Tras llegar nos fuimos a cenar algo, y en la Plaza Mayor de Burgos entramos en un local que resultó estar invadido en la parte de arriba (en la que cenamos) por personas mayores, la mayoría señoras y la mayoría jugando a la brisca, armando gran alboroto. Finalmente nos dejaron prácticamente solos para acabar de cenar tranquilamente. Dimos un paseo para bajar un poco la cena y regresamos al hotel para poner fin a la cuarta jornada y tomar nuestro merecido descanso.
Vivar del Cid
Sotopalacios
Poza de la Sal
Páramo de Masa
Sedano
Orbaneja del Castillo
Pesquera de Ebro
Villarcayo
Ojo Guareña
Espinosa de los Monteros
Medina de Pomar
viernes, 24 de febrero de 2017
Burgos en 5 días - Día 3
El tercer día tenía que llevarnos a visitar toda la parte noreste de la provincia, la que linda con el País Vasco en su mayor parte, con una gran variedad de cosas a ver.
Tras el segundo desayuno partimos por la nacional paralela a la autovía que comunica Burgos con Vitoria y cuya primera parada debería ser la cuarta localidad más poblada de la provincia, Briviesca. Al cabo de unos kilómetros nos adentramos en una espesa niebla que según iban pasando los kilómetros, lejos de desaparecer parecía más intensa.
Así que en plena niebla nos plantamos en Briviesca. Aparcamos sin ningún problema muy céntricos y tras dar un paseo por las calles que unen la colegiata con la Plaza Mayor en la cual está su ayuntamiento y otra bonita iglesia hicimos una parada en un bar para tomar algo caliente y reanudamos la marcha dirección a Miranda de Ebro.
Por medio, con un poco menos de niebla, atravesamos el desfiladero de Pancorbo, el más conocido, pero visto lo visto de los más cortos y menos angostos de la provincia. Aunque me hubiera gustado parar en el puerto iba un poco empanado y se me pasó, así que seguimos ya rumbo a Miranda.
En Miranda parábamos casi porque es el segundo núcleo de población más importante, no porque tenga nada especialmente interesante o llamativo. La parte antigua estaba al otro lado del río Ebro, y allí, un castillo muy soso al que decidimos no ir, una especie de convento o monasterio, una iglesia y un puente con unos leones fue todo lo que vimos, con unas aceras peculiares y peligrosas, ya que están al mismo nivel que la zona por la que deben circular los coches y estos a pesar de ser el casco antiguo, estrecho y de adoquín en vez de asfalto, iban bastante deprisa.
Desde allí retrocedimos ligeramente a la próxima Santa Gadea del Cid, extrañamente casi en Vitoria, y lugar en el que el Cid hizo su juramento. Por carreteras poco transitadas y todavía con la niebla como compañera de viaje llegamos al pequeño pueblo. Situado en una llanura con un pequeño montículo en el que se asentaban los restos del castillo. El pueblo era bonito, con varias construcciones interesantes y con la mayoría de casas y calles con cierto encanto. Lo recorrimos casi en su totalidad y continuamos el camino hacia el norte buscando el Salto del Nervión.
Atravesamos durante unos kilómetros la provincia de Álava donde pasamos junto a algún puente chulo en el que no paramos y junto a una especia de castillo parecido a la Torre de Mendoza en el que hicimos una breve parada para continuar la marcha rumbo a la localidad de Berberana, un entrante que hace la provincia de Burgos en la provincia de Álava.
Cuando llegamos paramos en el único bar que debe existir allí ya que el pueblo cuenta con apenas 80 habitantes y tomando un café le pregunté a la chica si traía agua el Salto del Nervión a lo que me dijo que le constaba que no, que hacía dos días si pero que como no había vuelto a llover ya no.
Subimos en dirección al espacio natural del Monte Santiago, muy cerca del Puerto de Orduña y de Álava y rápidamente llegamos al aparcamiento junto a la carretera desde el que acceder a la zona.
La niebla en ese momento era bastante densa.
Aunque inicialmente aparcamos allí, al final decidimos entrar en coche por la pista, en muy mal estado por cierto, por lo menos para las características de mi vehículo. A los pocos metros, como por arte de magia, la niebla se disipó completamente y el cielo quedó en un color azul radiante.
Tras recorrer más de dos kilómetros llegamos al último aparcamiento que distaba aproximadamente otros dos kilómetros a pie del punto donde contemplar el Salto del Nervión.
Fuimos paseando por una senda entre un bonito bosque en vez de por la pista oficial para salir a ésta más adelante, a unos 800 metros del destino.
Y allí llegamos finalmente, a un sitio espectacular y sobrecogedor, un sitio que se debería visitar una vez en la vida, lástima que nosotros lo hicimos sin el aliciente del agua precipitándose al vacío. No se puede tener todo, que haga un día estupendo y a la vez que haya agua abundante.
Allí, subidos al mirador, colgando del vacío se contemplaba el impresionante hueco que se habría de repente en la tierra, y un bonito valle al fondo.
Se veía el cauce por el que debería bajar el agua de lluvia o de deshielo o nieves fundidas, en el cual quedaba algún charco, pero no corría para precipitarse por esos 200 metros de caída libre.
Asombrados por la belleza del sitio volvimos al coche. Era la hora de comer prácticamente y paramos de nuevo en Berberana, en el mismo bar que al pasar antes. Como era tarde, había que comer y no sabíamos donde íbamos a encontrar otro sitio para hacerlo, decidimos comer allí.
Quedaban muchas cosas marcadas en el plan del día y no mucho tiempo. Así que cogimos la carretera nuevamente. Llegamos a la bifurcación con el Valle de Mena a la derecha y el Valle de Tobalina a la izquierda. Villasana de Mena no entraba en los planes por lo lejos que se encontraba, pero si que había allí próxima una cascada en el Valle de Angulo que desestimamos por falta de tiempo y por la posibilidad de que tampoco tuviera agua como el Salto del Nervión.
Así que giramos ya en dirección Burgos para completar el plan del día. Recorrimos el apacible valle hasta llegar a la localidad de Pedrosa de Tobalina, donde había una bonita cascada en el propio pueblo. Y vaya si era bonita. Una especia de cataratas del Niágara en miniatura por lo amplio de la zona de caída del agua. Pudiéndolas contemplar al pie de las mismas y justo también a ras de caída del agua. Una maravilla y encima atravesando el propio pueblo y al lado de la carretera, algo casi insólito.
Con una buena dosis de energía por el magnífico sitio recién contemplado seguimos en dirección a Frías, uno de esos sitios que tenía ganas de conocer casi desde que era pequeño, ya que me dejó prendado la ubicación y forma de su castillo.
Ya empezando a atardecer llegamos al pueblo, encajado entre varias montañas, pero antes paramos abajo en el valle por el que discurre el río Ebro a sus pies donde se encuentra el espectacular puente de la localidad, en curva, inmenso y perfectamente conservado, seguramente el mejor puente visto en el viaje.
Tras deleitarnos con él con la silueta del castillo de fondo subimos al pueblo, donde por la calle principal subimos hasta la iglesia y el castillo. Una maravilla de pueblo y de enclave, con unas casas colgadas al estilo de Cuenca.
Estaba poniéndose el sol y todavía quedaban cosas, en especial yo tenía mucho interés por el colindante Tobera, un sitio que había encontrado por internet y que me atraía mucho, ya que pensaba que era un paseo largo. Llegamos en 5 minutos allí. Paramos junto a la ermita que hay adosada a una pared de piedra y empezamos el descenso del Paseo del Molinar, que aunque yo creía que era largo y fuera del pueblo, en realidad transcurría por el mismo y apenas tenía 300 metros.
Durante ese recorrido encontramos dos bonitas cascadas, con un puente y un mirador. Además las dos cascadas diferentes, mientras una se deslizaba por entre la piedra, la otra suponía un salto de agua al vacío. Aunque inicialmente un poco decepcionado por la idea que me había hecho del mismo, finalmente me pareció fantástico el Paseo del Molinar.
Ya tan solo quedaba Oña para completar el planning del tercer día. Así que por una carretera prácticamente vecinal y en un muy mal estado nos adentramos en otro desfiladero al final del cual se encontraba el pueblo de Oña, con su monumental monasterio dominando el pueblo.
Otro pueblo rodeado por montañas y con un desfiladero. Uno cuando mira el mapa no se intuye eso.
Tenía más vida que muchos de los visitados y dio una sensación de un sitio bastante agradable y chulo para vivir. Desde la carretera pegada al río ascendimos por las calles del pueblo hasta el monumental Monasterio y sus alrededores donde se concentra la mayor parte del atractivo del pueblo, y vaya que si lo tiene.
Ya era de noche, pero como no quedaba nada más por ver no había prisa por volver, así que con calma y andando despacio dimos un paseo por el pueblo y pusimos fin a la lista de sitios a visitar para esta tercera jornada.
Volvimos al coche y pusimos rumbo a Briviesca para coger la Nacional de vuelta a Burgos donde llegamos más tarde y un poco cansados, así que solamente Fede salió a darse una vuelta por Burgos.
Briviesca
Miranda de Ebro
Santa Gadea del Cid
Salto del Nervión
Pedrosa de Tobalina
Frías
Oña
jueves, 23 de febrero de 2017
Burgos en 5 días - Día 2
El segundo día no tenía marcados demasiados puntos en la agenda, ya que pensaba que la mayor parte del tiempo se nos iría en Las Lagunas de Neila.
Nos levantamos y tomamos nuestro primer desayuno en el hotel y decidimos como alcanzar llegar hasta Las Lagunas ya que había varias posibilidades.
Finalmente decidimos ir por la carretera que atraviesa el pueblo de Pineda de la Sierra.
Nos pusimos en marcha en esa dirección y nos adentramos en una pintoresca carretera, que paralela al río Arlanzón, pasa junto a dos embalses casi contiguos, y ya encajonada entre montañas pone rumbo hacia Pineda de la Sierra, prácticamente única localidad de esta carretera y en varios kilómetros cuadrados a la redonda.
Alcanzamos un bonito y pintoresco pueblo, aunque no nos detuviéramos en él se podía apreciar su encanto. Pasado el pueblo se veía el desvío hacia el Valle del Sol, una estación de esquí semi desconocida, que en mi caso situó en el mapa un final de etapa de la Vuelta a Burgos hace un par de años.
La carretera ya se había adentrado en la Sierra de la Demanda. A veces flanqueada a ambos lados por hileras de árboles con distintas tonalidades de colores, con la única compañía de vez en cuando de algún rebaño y con algo de nieve en las montañas fuimos surcando la carretera sin casi toparnos con ningún vehículo.
Atravesamos dos o tres núcleos de población más, todos ellos prácticamente deshabitados, ya que en alguno paramos intentando buscar en bar y no se dio tal casualidad, y recorrimos unos kilómetros por la provincia de La Rioja hasta que llegamos al desvío que nos llevaba al pueblo burgalés de Neila.
En esa carretera, atravesando uno de los múltiples y bonitos desfiladeros que nos topamos en los 5 días debería haber una cascada que llevábamos intención de ver, pero al no llevarme el detalle y no estar señalizada lo dejamos por imposible.
Así que llegamos a Neila y pusimos dirección hacia Las Lagunas. Coronamos la primera parte que es la carretera que une este pueblo con Quintanar de la Sierra y a mano derecha tomamos el desvío hacia Las Lagunas. Rápidamente me escamó en mal estado de asfaltado de la carretera, con muchos baches, y que la misma estuviera cubierta de acículas de los pinos, dando sensación de estar semi abandonada y de que por allí no había prácticamente tráfico.
El desnivel era muy pronunciado y me recordaba a la vertiente por la que subió la Vuelta a España, en la única vez creo que se ha subido en esta competición.
Pasados unos dos kilómetros empezamos a ver nieve discontinua y nos preocupamos, y efectivamente unos metros más adelante ya no era discontinua si no que cubría el asfalto.
Así que media vuelta como pudimos, ya que la anchura de la carretera no era mucha.
Al llegar al desvío intenté consultar en todos los mapas posibles ya que se me hacía rara esa vertiente en las últimas ascensiones de la Vuelta a Burgos y me sonaba que había otra.
Bajamos hasta Quintanar de la Sierra donde entramos a desayunar en un magnífico bar muy próximo a la Plaza Mayor y estuvimos preguntando.
No nos indicaron muy bien, pero si lo hizo Google Maps, que me mostró otra carretera que salía desde este propio pueblo y que empalmaba por la que habíamos intentado ascender.
Así que mamá se quedó en el pueblo y mi hermano y yo intentamos subir. Todo iba bien, pero de repente la nieve apareció también. Justo cuando llegamos a la unión con la carretera por la que intentamos subir inicialmente la nieve nos volvió a cortar el paso y frustró de manera definitiva nuestra ilusión de ver Las Lagunas de Neila, a pesar de que hacía un día estupendo, sol y unos 15 grados, y que debía de llevar varios días sin nevar, no pudo ser. Así que habrá que acercarse durante la Vuelta a Burgos a probar suerte.
Así que retornamos a Quintanar de la Sierra, recogimos a mamá y continuamos para ver algo porque llevábamos un día poco provechoso y no era pronto precisamente.
Dirección Santo Domingo de Silos pasamos junto a la construcción del embalse de Castrovido aunque me pasó un poco desapercibido y echamos gasolina en Salas de los Infantes, para después dirigirnos a Silos atravesando un magnífico desfiladero, justo al final del cual estaba el pueblo.
Nos dirigimos al Monasterio pero en ese momento estaba cerrado, así que aprovechamos a comer, no muy bien esta vez, ya que las judías pintas que nos sirvieron no tenían nada de acompañamiento y estaban insípidas y para hacer frente al tiempo que restaba nos dirijimos al cercano desfiladero de la Yecla.
Allí descendimos hasta una pasarela habilitada para recorrer el muy angosto cañón, aunque es relativamente corto.
Una buena forma de hacer tiempo.
De vuelta a Silos entramos directamente al Monasterio donde por media hora un guía nos explicó detalladamente la planta baja de su famoso claustro, pero sólo eso, se quedó un poco escaso, mucha explicación pero para poco recorrido. Aparte de que el guía era un poco extraño por decirlo de alguna manera.
Tras hacer unas fotos y salir del recinto me dirigí a una ermita y una estatua de la virgen muy próximos pero ya encaramados en la montaña desde donde había unas vistas inmejorables del monasterio y del pueblo.
Muy próximo y de camino al último destino del día había una cascada que resultaba bonita y curiosa, así que con el atardecer ya echado encima nos acercamos al cercano pueblo de Quintanilla del Coco donde pretendíamos contemplar la Cascada del Churrión.
Esta vez si que llevaba las indicaciones conmigo y tras coger un desvío a mano izquierda en la entrada del pueblo, llegamos por una pista a una ermita (incontable el número de ermitas que nos cruzamos durante el viaje), en la cual ya había carteles que lo indicaban.
Así que tras 10 minutillos andando y en la parte final entrar en una zona arbolada muy chula al pie de las rocas llegamos al punto exacto pero nos quedamos ligeramente decepcionados por la escasa cantidad de agua que traía, cuando yo había divisado fotos con un enorme caudal.
Paradojas de la vida, nieve en Las Lagunas de Neila que nos impidieron acceder y aquí apenas había agua. No obstante el sitio era muy bonito.
El sol se desplomaba sobre el horizonte así que pusimos rumbo a Covarrubias, donde llegamos con una escasa brizna de luz natural, además porque el pueblo está un poco rodeado de colinas, aunque sean de escasa altitud.
Un interesante puente sobre el río a la entrada, una bonita Plaza con su ayuntamiento (con una extraña bandera de Noruega, que podéis encontrar su significado investigando), el famoso Torreón de Doña Urraca, una bonita iglesia, y una segunda menos bonita pero que dotaban al pequeño pueblo de un patrimonio notable y le daban un gran atractivo.
Tras dar un par de vueltas por todos estos sitios, muy próximos entre sí, el sol había desaparecido completamente y la luz brillaba ya por su ausencia, así que pusimos rumbo a nuestro lugar de descanso.
Una breve y última parada para contemplar una gran estatua del Cid en la carretera que va a Burgos, aunque con escasa luz y desde allí ya directos hasta el hotel.
Ducha y a dar una vuelta por Burgos, con un poco de frío eso sí.
Tuve que cenar en solitario unas ricas croquetas con su vino tinto de acompañamiento en el bar de enfrente al de la noche anterior y con eso y otro poco de paseo el día quedó finiquitado.
Pineda de la Sierra
Neila
Lagunas de Neila
Quintanar de la Sierra
Santo Domingo de Silos
Covarrubias
miércoles, 22 de febrero de 2017
Burgos en 5 días - Día 1
Salimos de Madrid el miércoles 15 de febrero de 2017, a eso de las nueve de la mañana, con la firme intención de recorrer toda la provincia de Burgos y descubrir sus múltiples tesoros.
En busca de castillos, puentes, iglesias, cascadas, ríos, lagunas ...
Una vez traspasada la Comunidad de Madrid por el puerto de Somosierra hicimos una pequeña parada para repostar y nos dirijimos al primer punto, que curiosamente no pertenece a Burgos si no a Segovia, pero dada su situación y las ganas de conocerlo era la oportunidad, así que nos dirijimos al pueblo de Maderuelo.
Así que tras abandonar la autovía y transitar por una carretera comarcal llegamos al pueblo.
Lo rodeamos y llegamos a su estampa más reconocida, el embalse, con su interminable puente y el pueblo en lo alto.
Un paseo por el pueblo, casi deshabitado, con un día inmejorable y a continuar la ruta.
Llegamos a Aranda de Duero al filo de la hora de comer. Tras dar un paseo al borde del río Arandilla, que desemboca en el Duero al paso por la localidad nos dirigimos a la Plaza Mayor, donde está el ayuntamiento y visitamos una bonita Catedral, una no menos bonita iglesia casi adyacente y un pequeño puente románico sobre el Duero.
Todo muy limpio.
Así que tocaba comer, y que mejor sitio que uno que se llamara Mesón del Cid.
Buena comida en todo el centro de Aranda y por un precio asequible, teniendo en cuenta que nos comimos un entrecotte cada uno.
Después de comer nos dirijimos al próximo parque Virgen de las Viñas, donde se celebra el Cross de Aranda, y allí contemplamos una ermita y un curioso arco alojado en el propio parque, que podría pasar por un arco romano.
Con esto completamos nuestra visita a Aranda y seguimos con la ruta.
Abandonamos la autovía para buscar el próximo pueblo de Peñaranda de Duero.
Por tierra de viñedos alcanzamos este bonito y pintoresco pueblo dominado por su castillo, ubicado en lo alto del mismo.
Ya desde la carretera la panorámica del pueblo es magnífica.
Aparcamos junto a la carretera, junto a un trozo de muralla y accedimos a la Plaza Mayor por una puerta.
La Plaza Mayor, con el Ayuntamiento, una magnífica iglesia y un Palacio y la estampa del del Castillo de fondo es muy bonita y fotogénica.
Subimos hasta medio camino del castillo y desde ahí lo fotografiamos.
Como se estaba avecinando la celebración de un funeral, regresamos al coche y continuamos hacia el siguiente destino.
Coruña del Conde no estaba previsto en el planning, pero al estar en la carretera decidimos hacer una parada rápida que resultó interesante.
Había más cosas que un castillo en ruinas. Un puente, un rollo de justicia, una plaza con arco de acceso y dos estatuas, una de ellas del Cid, con una fuente a su lado muy interesante.
Muy poco después estaba el siguiente hito de la jornada, las ruinas de Clunia Sulpicia, que yo conocí en sucesivas etapas de la Vuelta a Burgos.
Eran las cinco menos cuarto y el recinto se cerraba a las cinco.
Una caseta en lo alto del páramos con una chica totalmente sola para cerrar era lo que nos encontramos allí.
Lo recorrimos muy rápidamente, poniendo especial atención al teatro, que además es lo mejor conservado, y nos tuvimos que ir.
El sol empezaba su descenso y todavía nos quedaban algunas cosas. Caleruega era el siguiente emplazamiento.
Allí descubrimos que era la villa natal de Santo Domingo de Guzmán, con estatua dedicada a él y dimos un paseo por un pueblo también semi desierto.
Allí contemplamos el Conjunto Monumental de Santo Domingo y dimos un paseo por el pueblo para completar la breve visita.
Tocaba regresar a la autovía para poco a poco acercarnos a Burgos, el próximo destino era Gumiel de Izán.
Un pueblo de los muchos de la provincia con nombre raro.
Allí se escondía una bonita iglesia en el centro del pueblo, con una portada muy interesante. Fue lo único que visitamos allí, aunque es admirable y extraño para un pueblo tan pequeño.
Ya sólo restaba Lerma antes de poner rumbo definitivo a Burgos para buscar nuestro alojamiento para los siguientes cuatro días.
Y allí llegamos a la parte alta de Lerma con el sol desapareciendo en el horizonte. Y empezando desde el Palacio Ducal, la Plaza Mayor y la parte alta del pueblo fuimos bajando hasta el Arco de acceso a la parte antigua del pueblo sin apenas ya luz.
Por último nos acercamos al Puente Románico sobre el Arlanza y con ello dimos por concluida la visita a la bonita localidad de Lerma.
Así que por fin llegamos a Burgos sobre las ocho de la tarde. Teníamos como referencia la catedral que se ve muy bien, ya que la habitación tenía vistas a la misma, y entrando por Madrid se llega rápido, de hecho el hotel estaba al final de la Calle Madrid.
Así que tras el paso por recepción y desembarcar en la habitación, salimos a dar una primera vuelta nocturna por Burgos por la zona de la Catedral y la Plaza Mayor, y en uno de los callejones que salen de la Plaza Mayor nos detuvimos a cenar en el Mesón Sancho, donde una buena tortilla y una gran croqueta sirvieron de reconstituyente.
Al hotel, ducha y a dormir que el día había sido largo y al día siguiente tocaba más.
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